Los que han leído a Roberto Bolaño se dividen en dos grupos: aquellos que lo consideran uno de los mejores escritores contemporáneos y recomiendan sus libros encarecidamente y aquellos que, por más que lo han intentado, no pueden con él. Yo siempre quiero leer a escritores que han marcado la historia de la literatura, por eso pensaba probar con 2666 o Los detectives salvajes, dos de sus obras más emblemáticas. Pero tras escuchar varias opiniones desalentadoras, no me atrevía a descubrir al autor chileno a través de esas extensas novelas. Entonces apareció el libro perfecto para un primer acercamiento: una colección de relatos de ciento cuarenta y cinco páginas; y el título no podía ser más oportuno: El gaucho insufrible. ¿Lo sería Bolaño para mí? La lectura de estos siete relatos me lo diría.
El primero, «Jim», de apenas tres páginas, ya me hizo entrever la facilidad de Bolaño para mostrar la carga existencial de un personaje solo describiendo sus gestos, además de dejar varios ejemplos de frases reveladoras, que dicen tanto sin aparentemente decir nada:
¿En qué consiste la poesía, Jim?, le preguntaban los niños mendigos de México. Jim los escuchaba mirando las nubes y luego se ponía a vomitar.
En «El gaucho insufrible», relato que da título a la antología, encontré la decepción por el declive de Argentina y Latinoamérica en general. A través de «El policía de las ratas», inspirado en Josefina la Cantora, de Kafka, conocí el manejo de Bolaño del relato policiaco. Fue uno de mis relatos favoritos del libro e, inevitablemente, me hizo ver al ser humano como una rata, o peor aún, pues les llevamos bastante ventaja en ciertas conductas que no nos dejan en buen lugar como especie. En «El viaje de Álvaro Rousselot» aparecía uno de los temas que, según tengo entendido, son habituales en sus obras: la literatura como argumento, y en «Dos cuentos católicos» vi su lado más experimental. En «Literatura + enfermedad= enfermedad» y «Los mitos de Cthulhu», los dos textos discursivos que cierran esta colección y que estaban destinados a ser conferencias, de nuevo la literatura es el eje, pero esta vez para mostrar al Bolaño más reflexivo, en el primero, y al más divertido, en el segundo.
En este libro, el último que Roberto Bolaño dejó preparado para su publicación, he encontrado los elementos por los que unos lectores lo idolatran y otros lo abandonan. Por un lado, esa ironía, esa capacidad de decir lo complejo con palabras sencillas. Pero, por otro lado, esas historias que muchas veces parece que no van a ningún lado y se convierten en una larga digresión. Y es que Bolaño no buscaba ser claro ni ameno, sino que, para él, escribir era una forma de encontrar lo nuevo, único antídoto para su permanente insatisfacción. Presiento que para disfrutar de Bolaño hay que leer entre líneas, pues ahí es donde reside su grandeza, esa que le ha alzado al olimpo de los mejores escritores, dentro de ese limitado grupo de los que revolucionaron la literatura.
¿Ha sido Bolaño para mí un gaucho insufrible?
Qué va.
Entonces ¿me apunto al lado de los lectores que lo idolatran?
No lo he decidido aún.
Creo que leeré 2666 o Los detectives salvajes para decidirme. Tras la lectura de El gaucho insufrible, me han entrado las ganas.
Hola, creo que no me animo, pero gracias por la reseña
Gracias a ti por comentar. 🙂