Han pasado diez años desde que Kazuo Ishiguro escribió Nunca me abandones. Entre medias, un libro de relatos: Nocturnos: cinco historias de música y noche. Atrás quedan, Cuando fuimos huérfanos y Los restos del día, también traducida por Lo que queda del día, y protagonizada en el cine por Anthony Hopkins y Emma Thompson. Ahora el escritor británico de origen japonés regresa a la Inglaterra medieval en su última novela publicada por Anagrama, El gigante enterrado, en una fábula sobre la necesidad del olvido, las heridas y la vida, donde se dan cita ogros, dragones y duendes. También hay una princesa, aunque anciana, el último caballero vivo del rey Arturo (su sobrino Sir Gawain), un guerrero sajón, un chaval maldito y un hechizo, en forma de niebla, que les ha robado a todos los habitantes de la región la memoria.
Con las leyendas de Camelot como telón de fondo, El gigante enterrado tiene algo además de La princesa prometida. A saber: “Esgrima, lucha, torturas, venenos, amor verdadero, venganza, gigantes, cazadores, hombres malos, hombres buenos, dolor, muerte, persecuciones, fugas, mentiras y verdades”. Y un monasterio en las montañas, muy a lo El nombre de la rosa, detrás de cuyos muros se ocultan oscuros rituales.
Atrás quedan, también, la ciencia ficción de Nunca me abandones o la novela detectivesca de Cuando fuimos huérfanos. El género siempre es un pretexto para este autor que ahora construye una fábula de aventuras, entre épica y fantástica, a ratos perturbadora e inquietante, pero también conmovedora, donde subyace el debate, tan en boga en nuestro país, sobre la necesidad o no de la memoria colectiva y de la memoria individual.
Bien es cierto que el escritor, para ello, huye de los arquetipos propios del género. Sus protagonistas, de hecho, son Axl y Beatrice, una pareja entrañable de ancianos, atípicamente vulnerables, que un día deciden abandonar su aldea y emprender la búsqueda de su hijo, quien se encuentra en paradero desconocido. Un viaje iniciático que les conducirá por un terreno oscuro y pantanoso, a ratos resbaladizo, donde por momentos se abona, aún en tiempos de paz, el germen de las guerras, las rivalidades y las traiciones.
En este contexto, Ishiguro investiga, es cierto, sobre la memoria, el pasado y el recuerdo a partir de la reconstrucción de un presente nebuloso, en esencia casi puro, mientras de fondo divaga sobre el paso del tiempo, el perdón, el amor, aquello que algunos etiquetan como el amor verdadero, las heridas profundas, el destino y la muerte.
Traducido al español por Mauricio Bach, la belleza de El gigante enterrado reside en la prosa de Ishiguro. Sus palabras, como en una suerte de hechizo, te sumergen en un mundo maravilloso e hipnótico de criaturas extrañas donde no hay otra opción que avanzar hacia adelante para poder dejarlas atrás. Si es lo que se desea. Una lectura fascinante y hermosa que empieza al ritmo lento de sus dos protagonistas, pero que poco a poco se acelera y nos arrastra hacia una profunda reflexión sobre la vida y el género humano. Es allí donde la fábula deja de ser fábula. Ya sabéis. Y las lecturas esconden otras lecturas.
No lo he leído, pero si he oído hablar de él, y a pesar de escuchar opiniones encontradas, me apetece leelo la verdad.
Un beso
Hola Yolanda!
A mí me ha entusiasmado, la verdad. Espero que te guste. Ya nos contarás.
¡Saludos! 🙂