El grito del ave doméstica

El grito del ave doméstica, de Maksim Ósipov

El grito del ave domésticaCuando escribe uno reseñas percibe claramente la presencia de lugares comunes acechando en oscuros rincones del subconsciente a la espera de tomarlas al asalto y apropiarse de los textos para disgusto de su autor. Así, cuando descubrimos una obra de un autor clásico tendemos a mostrarnos sorprendidos, cuando no asombrados, por la vigencia del mismo, como si el talento tuviese fecha de caducidad o de consumo preferente. Por el contrario, descubrimos a un autor contemporáneo y ensalzamos su talento precisamente en tanto le emparenta con los clásicos. Con El grito del ave doméstica, de Maksim Ósipov, me pasa. La tentación de compararlo con los clásicos rusos, concretamente con Chejov como se hace con acierto en aspectos promocionales, es fuerte. Sin embargo me dispongo a luchar contra ella no porque el contemporáneo desmerezca la comparación (dentro de un orden, claro) sino porque me parece que Maksim Ósipov tiene una voz propia que no precisa para ser puesta en valor de relacionarla con ningún otro autor, sea deudor de él o no. Los cuentos que recopila esta magnífica El grito del ave doméstica nos muestran a un autor comprometido con la realidad, pero con amplitud de espectro. Uno espera de un autor ruso un retrato fiel de la sociedad de su país, aunque sea ya sin mujiks, verstas ni casas de postas, y Ósipov nos lo regala, claro, pero no se queda ahí sino que hay otros escenarios, otras culturas, concretamente está presente en esta obra Estados Unidos, donde el autor vivió un tiempo.

Son relatos de estructura clásica, no especialmente corales, pero sí muy vívidos y precisos, de esos en los que uno ve, huele, escucha, siente a los personajes. Probablemente porque son personajes muy normales, de los que cada uno podría conocer salvando las distancias geográficas más que culturales, y las tramas no son especialmente intrincadas ni difíciles de seguir. Para disfrutar de este El grito del ave doméstica no necesita usted un máster en filología eslava, sino más bien las dosis mínimas recomendables de sensibilidad y empatía.

El autor, médico, lo que es un subgénero en sí mismo, vivió en Estados Unidos y después volvió a su país, donde ejerce su noble profesión a caballo entre la capital y una pequeña ciudad de provincias, la misma en la que su padre vivió su exilio interior como preso político. Todo ello se ve en sus relatos, la visión universal junto con la de la pequeña ciudad, la vida moderna y la estancada en el tiempo, la prisa y su ausencia. Y todo ello unido a un amor por la literatura que aparece en cada frase, en las múltiples referencias que consiguen que el lector aficionado a los escritores rusos se sienta en casa, pero sobre todo en el cuidado con el que Maksim Ósipov trata a sus personajes, sin juzgarlos, el respeto por la historia que cuenta y, en definitiva, la apuesta por la calidad literaria de la que nace El grito del ave doméstica.

Una ciudad de provincias es un hogar cálido; un poco sucio, pero acogedor. Existe también otra opinión, más externa, superficial, pero compartida por muchos de los que han acabado allí por razones ajenas a su voluntad: la provincia es un fango lóbrego en el que no viven más que infelices, por decirlo suavemente.

Disfruten de estos relatos y de la sensibilidad que los articula, no sólo pasarán un buen rato sino que conocerán cómo se vive en un país tan atractivo como desconocido, porque el retrato de Rusia en las páginas de El grito del ave doméstica parece extraordinariamente honesto. En literatura, Rusia es todo un universo, y Maksim Ósipov demuestra que es uno con buena salud y grandes expectativas de futuro.

Andrés Barrero
@abarreror
contacto@andresbarrero.es

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