El hombre boscoso y otros relatos, de Rafael Lorente
Creo no faltar a la verdad si califico este libro de rareza, lo cual, lejos de suponer merma alguna en su valoración, es todo un elogio. Es una rareza por su personal y difícilmente comparable estilo, por su recurrente llamada a la comunión con la naturaleza (en 1979, tiene su mérito) y por la voz propia que Rafael Lorente, tan valiente como libre, le supo dar a sus relatos, y sospecho que a cualquiera otra de las múltiples actividades que desde la diplomacia a la promoción turística o a la poesía ocuparon su vida. La última actividad, la poesía. impregna su narrativa hasta el punto de que el prologuista, Enrique Tierno Galván (sin duda un activo de la edición) lo califica de libro poético en prosa.
Dice el viejo profesor en el magnífico prólogo: Nadie que haya escrito con intención de decir con justeza y exactitud lo que quiere, carece de la experiencia de cómo muchas de las cosas que dice, las dice el lenguaje que emplea y no él. El sentido de las palabras, animado en el sentido de las frases, sitia a los sentimientos y a las ideas y las oculta o las desdice, llevándolas por caminos que no hubiera querido recorrer el autor. Añade que Rafael Lorente es una excepción, que él si ha conseguido domeñar el lenguaje para expresar exactamente lo que quiere, y da la sensación de que así es, ya que una de las cosas que más llaman la atención de estos textos es su precisión y la contundencia de su expresión.
Apareció esa tarde, como llovido por una nebulosa parturienta de engendros. En ocasiones surgía así, de improviso, ya en las estribaciones del crepúsculo, en el paseo resbaladizo y recompuesto de la ciudad adormecida. Era un gigante hosco y agorilado, de recias mandíbulas, pómulos salientes y opaca la mirada de un azul desteñido y casi blanco; y, por añadidura, cejijunto, enormes y de escarolados bordes las orejas, con frecuencia fruncidas hacia dentro.
Sin embargo, y temo que esto no haría especialmente feliz al autor, los primeros cuentos (incluido el que presta su título al volumen), aún deslumbrando por su dominio del lenguaje, no terminan de lograr la conexión con el lector que cabe suponer que éste desearía, ya que Rafael Lorente expone su peculiar concepción ecológicotelúricoeróticohumanista, por decirlo de alguna manera, de la vida, y, como sucede en estos casos, cuando el lector no se identifica con la filosofía expuesta, su capacidad empática y, por tanto, su disfrute lector, se resienten. Sin embargo, en el resto de los cuentos, cuando el autor simplemente cuenta historias, alcanza su narrativa su mayor esplendor.
Es de destacar el erotismo, excepcionalmente presente en la obra, como fuerza motora de estos textos. Pero no se trata de un erotismo escénico ni de un recurso estilístico, sino de una fuerza que mueve y motiva a los personajes y explica sus interrelaciones de la misma forma que las de estos con la naturaleza.
La otra fuerza vital de estos relatos, el culto a la naturaleza, se expresa con especial sensibilidad en los personajes animales, y dentro de estos destaca la emotividad con que se trata a los perros en los diferentes relatos en que aparecen, algo que no es especialmente fácil ya que los riesgos del antropocentrismo y de la sensiblería frecuentemente están presentes cuando aparecen personajes animales y sólo el talento vacuna eficazmente a los relatos frente a esos riesgos. Afortunadamente, talento es lo que le sobra a este autor, para mi desconocido hasta que el azar tuvo a bien hacer que el hombre boscoso se cruzara en mi camino.
Andrés Barrero
andresbarrero@vodafone.es
Muy interesante la reseña, y sobre todo esa fuerza que le vez al libro, que sin dudas dan ganas de leerlo.
si lindo verdad
Gracias, Roberto.
biennnnn