Satírica, brillante, polémica, ácida, escandalosa, caótica, irónica, irreverente. Son solo algunos de los adjetivos que me surgen para clasificar una novela como El hombre de los dados, escrita por George Cockcroft bajo el pseudónimo de Luke Rhinehart, que a su vez hace de protagonista de la historia, contada como si de una autobiografía se tratase. Un libro que ahora rescata Malpaso y que cuenta con grandes detractores, pero también con defensores a ultranza. Solo un libro tan bipolar se puede colar en dos exclusivas listas de libros tan diferentes entre sí. Por un lado, tiene el privilegio de ser uno de los 50 libros más influyentes de los últimos 50 años (según la BBC) y el deshonor de ser uno de los 10 libros que no hay que leer antes de morir (según The Times).
La historia, aunque complicada, tiene un inicio sencillo. Luke es un psiquiatra aburrido de su vida monótona y académica, hasta que un día, tras un encuentro fortuito con un dado tirado en el suelo, decide convertirse en un hombre aleatorio cuyo destino quede regido siempre por lo que dicten las tiradas de los dados. Qué mejor experimento para un psiquiatra que experimentar con uno mismo. Despojado de personalidad, el “hombre del dado” se convierte en un ser dirigido siempre por la tiranía del dado, un ser aleatorio capaz de adoptar miles de personajes y de realizar diversidad de actos deleznables sin el menor atisbo de culpa en su comportamiento. Con la frase No mi voluntad, dado, más hágase la tuya repetida como un mantra, Luke decide ir más allá e introducir en esta religión de las seis caras a muy diversos personajes, chalados en su mayoría, que empiezan a venerarle como si de un Dios se tratase.
La novela promete en su contraportada risas al lector, y eso es algo que siempre me suele poner alerta, pues la risa espontánea es muy difícil de conseguir. Por suerte, no es una frase gancho para ganar lectores, sino una auténtica realidad. En El hombre de los dados hay mucho humor, ácido y desagradable en ocasiones, pero con pasajes que se leen prácticamente entre carcajadas. Muchos de los diálogos son absolutamente brillantes, y puestos en boca de un personaje tan aleatorio como Luke Rhinehart consiguen el efecto deseado.
Pero la novela también tiene su parte negativa. Y es que de una autobiografía de un psiquiatra se pueden esperar tediosas y largas digresiones sobre la profesión, la personalidad y el comportamiento. Efectivamente, esas reflexiones aparecen, cortando el ritmo de la novela en ocasiones. Pero son pequeños detalles que no empañan la gran novela ante la que estamos.
La novela y su protagonista se ven envueltos en una aleatoria espiral de drogas, desenfreno y mucho sexo, que suben como la espuma al igual que la popularidad de esta extraña secta. Pese a lo humorístico del asunto, El hombre de los dados expone abiertamente su crítica a la sociedad: El ser humano vive inmerso en una sociedad enferma, y mientras que un cuerdo en una sociedad enferma se convierte irremediablemente en un enfermo, un loco enfermo sometido en todo momento a los designios del azar quizá esté más cerca de la salvación. Y es que decidir tu futuro en una tirada de dados puede parecer sugerente, algo arriesgado y tentador. Sinceramente, ¿ustedes no se lo han planteado nunca?
“Y tú, lector, amigo y estúpido compañero, lector mío, tú, sí, tú, dulce cifra, eres el hombre de los dados. Si has llegado hasta aquí, te has condenado a llevar contigo, por toda la eternidad, el yo que he retratado en estas páginas: el hombre de los dados.”