No empecé con buen pie con H. G. Wells. Escogí La guerra de los mundos y creo que me equivoqué, ya que, desde mi punto de vista, es un clásico que ha envejecido mal. Eso no es culpa del libro en sí, claro, sino que en esta ocasión, los progresos tecnológicos del mundo real han superado con creces a los que se presentaban en esa historia, por lo que no conseguí que me impresionara. Más bien, me resultó una batalla un tanto ridícula. Supongo que la habrán actualizado en las versiones cinematográficas que se han hecho, pero como la obra original de H. G. Wells me dejó mal sabor de boca, no lo he comprobado. No obstante, sí le di una segunda oportunidad literaria… Más o menos. Mi nuevo acercamiento fue a través de la versión en formato cómic que Carlos Giménez hizo de La máquina del tiempo. Y me sorprendió gratamente la inventiva de H. G. Wells. Así que he dejado atrás todos mis recelos y he regresado a su obra original. El título escogido ha sido El Hombre Invisible, en la magnífica edición que Libros del Zorro Rojo acaba de publicar, con ilustraciones de Luis Scafati.
Qué duda cabe de que el don de la invisibilidad está muy presente en la literatura y en el cine, pero no debemos olvidar que fue El Hombre Invisible de H. G. Wells, publicado por primera vez en 1897, el primer libro en plasmar este deseo del ser humano. Solo por eso, el autor ya tiene todo mi reconocimiento, pero no es lo único que me sorprende de esta obra.
Está claro que esta novela de H. G. Wells no adolece de lo que yo le echo en cara a La guerra de los mundos, ya que el avance científico que plantea todavía no ha sido alcanzado, si es que es posible algún día. H. G. Wells planteó de forma creíble qué pasaría si alguien pudiera hacerse invisible y actuar con impunidad, aparándose en el total anonimato, y además abordó las consecuencias de la invisibilidad con profundidad, plasmando los pros y los contras de este poder. Ya se sabe que hay que tener cuidado con lo que uno desea, porque lo que en teoría parece maravilloso, en la práctica puede resultar una pesadilla. Pero no solo eso, el protagonista, el científico que se transforma en el Hombre Invisible, también me parece rompedor: comienza siendo un personaje enigmático para acabar convirtiéndose en el villano de la historia. Y es tan odioso que los lectores deseamos que lo atrapen de una vez.
Aunque, bien mirado, ¿quién no se endiosaría con un poder así? ¿Habría alguien capaz de usar la invisibilidad a favor del bienestar social y no solo en el suyo propio? Porque tenemos que reconocer que, cuando cualquiera de nosotros fantaseamos con esa posibilidad —y todos lo hemos hecho—, no se nos ocurre nada bueno.
Quizá sea una suerte que la ciencia no haya cumplido esta fantasía de H. G. Wells. El debate moral sobre los usos de la ciencia que puso sobre la mesa en El Hombre Invisible sigue abierto y más vivo que nunca, pues la ciencia alcanza metas cada vez más insospechadas. Eso hace que la lectura, y la reflexión, de este clásico sea imprescindible. Si esta historia de ciencia ficción llega a ser una realidad, nos conviene estar preparados.