En los últimos años, por suerte, cada vez abundan más los artículos, reportajes, documentales y libros que sacan a la luz los trabajos de cientos de mujeres que fueron tapadas a lo largo de la historia. Hace tan sólo unos años, si le pedías a cualquier persona que te dijese las mujeres destacadas a lo largo de la historia que conocía, podías contar con los dedos de una mano los nombres dados. Además, siempre eran los mismos, en su mayoría reinas y casi ninguna mujer que hubiese desarrollado alguna profesión relevante. Hoy en día, puede ser que salgan unos cuantos nombres más. Y esto es gracias a la evolución social lograda por la lucha de los derechos y el reconocimientos de las mujeres, pero también, gracias al trabajo de muchas/os investigadoras/es y documentalistas que se han propuesto desenterrar del anonimato a todas esas fascinantes mujeres que dejaron legados igual o más importantes que los de muchos hombres. Por mucho que se haya intentado tapar, las mujeres, aunque sea en menor grado porque no tenían las mismas oportunidades que sus homólogos masculinos, han estado presentes en prácticamente todos los campos al igual que los hombres y, poco a poco, vamos viéndolo.
Una de esas brillantes mujeres fue Virginia Woolf, aunque en su caso, a diferencia de otras muchas, sí consiguió el reconocimiento que se merecía, tanto en su época, como a lo largo de los años posteriores. Se ha debatido y escrito mucho sobre Virginia Woolf, sobre su obra y su atormentada vida, sus romances, su círculo más cercano, su muerte… pero nunca es suficiente y Lunwerg Editores acaba de publicar El jardín secreto de Virginia Woolf de Vanessa Borrell, conocida como Lady Desidia. La autora nos ofrece algo diferente, una especie de biografía coral en la que recoge algunos retazos de la vida y obra de las mujeres que de algún modo formaron parte de la vida de Woolf. Grandes artistas que contribuyeron de manera decisiva en la evolución de sus respectivos campos artísticos sin ser reconocidas: Elizabeth Siddal, Jane Morris y su hija May Morris, Christina Rossetti, Anna Atkins, Evelyn de Morgan, Julia Margaret Cameron, Gertrude Jekyll, Dora Carrington y, la hermana de Virgina Woolf, Vanessa Bell. Además de estas mujeres, la autora también nos deleita con páginas dedicadas a algunos hombres que se relacionaron con ellas y las apoyaron como William Morris o Henry David Thorfan. Y no sólo eso, también dedica algún espacio a corrientes artísticas como la Hermandad Prerrafaelita, Arts & Crafts o el círculo o grupo de Bloomsbury y a curiosidades sobre técnicas artísticas de la época. Por ejemplo, el color azul y los distintos inventos y técnicas que surgieron a su alrededor como el cianómetro, un instrumento para medir el azul del cielo, o la cianotipia, un procedimiento fotográfico monocromo que conseguía una copia negativa del original en color azul de Prusia.
Pero lo más destacado de El jardín secreto de Viriginia Woolf, son las ilustraciones que acompañan a toda esta gran labor de documentación dándole un toque original y distintivo. A lo largo de todo el libro podemos disfrutar de unas preciosas estampas que mientras pasas de página sólo sueñas con enmarcar y que acompañan a la perfección tanto a Virginia Woolf como al resto de personajes que aparecen y que forman el “universo Woolf”. Son evocadoras, dulces y románticas, con muchos retratos y motivos naturales. Los retratos, la mayoría femeninos, se caracterizan por dulces rostros pálidos en contraste a las melenas, los ropajes y los fondo que los rodean. Todo el texto tiene una tipografía de escritura manual como los cuentos infantiles. Es como si la autora nos escribiese una carta hablándonos de estos magníficos personajes y su época.
Con todo esto, Vanessa Borrell firma un cuadro preciosista y muy completo sobre el mundo de Virginia, sus amistades, su familia, sus influencias y su época. Una época que en lo artístico destaca por el amor por la naturaleza y por llevar la belleza a todos los estratos de la sociedad y a todos los planos de la vida; una época en la que los artistas amplían sus miras y no sólo pintan cuadros, sino que llevan el arte a los hogares dejando su huella y talento en mosaicos, tapices, mobiliarios, jardines…; una época en la que la gente mira a la naturaleza y gana peso y popularidad la botánica; una época en la que se empieza a experimentar con distintos tipos de fotografías y, sobre todo, una época en la que muchos hombres y mujeres luchan por su libertad artística y personal. Desarrollan su arte cómo quieren y viven su vida también cómo y con quién quieren.
Dicho todo esto, no me queda más que recomendaros que os acerquéis a vuestra librería local más cercana y os hagáis con un ejemplar de El jardín secreto de Virgina Woolf. Tanto si sois fans de Woolf como si queréis comenzar a adentraros en su obra, no os arrepentireis porque es un libro muy disfrutable, poético y sugerente que nos introduce en la época victoriana inglesa, sus artistas y su cultura, en definitiva, en el mundo de una de las figuras más trascendentales del modernismo literario del siglo XX y del feminismo.