Una de las cosas que más me gusta de leer es ese momento en el que me encuentro de frente con un libro que juega conmigo. Como si yo fuera una marioneta y el autor del libro estuviera moviendo los hilos a su antojo durante todas las horas que estoy delante de su obra. Esa sensación de saber que estás yendo por un camino que tú consideras correcto —ya os adelanto que el detective que llevamos dentro va a salir en esta novela en más de una ocasión—, y a la vez ser consciente de que el autor se está riendo en tu cara porque precisamente eso es lo que busca: que pienses que vas bien, cuando en realidad… cuando en realidad vas muy mal.
Con El juego de morirse, una novela escrita por Sandra Martínez-Raguso y editada por Bohodón, eso es lo que pasa. Todo el tiempo. Y para los que nos gustan los libros de misterio donde creemos ir siempre un paso por delante del asesino, no hay mayor gustazo. Y os lo digo yo, que soy fan de las novelas policiacas y que me quedo embobada con las historias de asesinatos donde tengo que hacer de detective.
Pero vayamos por partes, de qué va esta novela, te estarás preguntado a estas alturas de la reseña. Pues bien, el asunto principal es el asesinato de Silvia. Un hecho que descoloca muchísimo a todas las personas que la rodean porque nadie se explica cómo ella pudo acabar muriendo de una forma tan horrible y brutal en aquel ascensor. Es entonces cuando su mejor amiga, Alicia, decide investigar a fondo para descubrir la verdad sobre ese asesinato. Ella, junto a otros dos amigos que formaban un grupo inseparable de cuatro, se pondrán manos a la obra para esclarecer los hechos cuanto antes.
Pero lo cierto es que resolver ese asesinato no es una cuestión banal, y mucho menos sencilla. Empiezan a aparecer sospechosos, con motivos y ocasiones —como aquel actor que ha llegado nuevo a la compañía de teatro y que tuvo más que palabras con Silvia— pero el asunto se vuelve tan enrevesado que Alicia ya no sabe ni qué pensar.
Una cosa a destacar de esta novela es el desarrollo de sus personajes. Todos van evolucionando a lo largo del libro y podemos ver que todos ellos tienen matices. La autora no cae en la tentación de hacer aquello de que los buenos sean muy buenos y los malos, muy malos. Son muy humanos y todos tienen alguna lucha interior que les impide ser perfectos o despiadados. Ahí, en esa verosimilitud con la realidad, es cuando uno se encuentra en la difícil tesitura de tener que juzgarlos. Ya sabéis, de «colgarle el muerto a alguien», porque está claro que tenemos al asesino delante de nuestros ojos. Sin embargo, como digo, no va a ser tarea fácil adivinar finalmente quién ha sido, porque la autora siempre va un paso por delante.
También desataca la relación que unía a los cuatro protagonistas. Es una relación muy peculiar y muy cercana, en todos los sentidos. Ya que, además de ser muy buenos amigos y compartir aficiones como el teatro, mantenían entre los cuatro una relación sentimental que no dejará de llamar la atención del lector. Y este hecho puede parecer que no tiene nada que ver con la novela, puede incluso dar la sensación de que está ahí para crear morbo, pero hay que sumergirse en la lectura pare descubrir más.
Lo cierto es que Sandra Martínez-Raguso consigue a la perfección que el lector se vea inmerso en una espiral de violencia y sexo que le mantendrá pegado a las páginas hasta el final. Los secretos que esconden todos los personajes, la perversiones más oscuras que pasan por sus cabezas, el terrible asesinato y todo lo que le rodea, son ingredientes más que suficientes como para que esto suceda. Además, su forma de narrar, entretenida, ágil y misteriosa, consigue crear el aura perfecta para el desarrollo de una novela policiaca, donde logrará que nos importen muchísimas más cosas que el simple asesinato.
En definitiva, El juego de morirse es algo mucho más que un juego. Es un ajedrez de secretos en el que cada pieza que se mueve va revelando una verdad oculta, con el riesgo que ello conlleva. Pues todos sabemos que, cuando un peón se mueve, lo está haciendo con la convicción de saber que ese paso en falso le puede llevar a la misma muerte.