No sé cuántos años llevo en Internet. Creo recordar que me hicieron mi primer correo electrónico con siete u ocho años. Después vino el Messenger y al poco tiempo las redes sociales llegaron a mi vida en forma de Tuenti y Facebook. No crecí con un móvil en la mano, pero me levantaba media hora antes cada mañana para actualizar mi página de Fotolog y cuando llegaba de clase lo primero que hacía era mirar a ver en cuántas fotos me habían etiquetado y cuántos comentarios tenía.
No os quiero contar lo mal que lo pasaba todo el verano cuando me iba a casa de mis abuelos donde no había ni ordenador ni cobertura.
Así que la novela de la que vengo a hablaros, El juego de Valeria, de J.R. Escudero, hoy me toca un poco más de lleno de lo normal. No porque me haya pasado algo como lo que les ocurre a los protagonistas, ni porque yo fuera una adolescente problemática que volcaba su caótica vida en las redes sociales con un propósito más allá del mero compartir. Sino porque sé lo peligroso que es dejarte llevar por algo cuando hay una pantalla que te protege de por medio.
Nico es un chico más bien normal. Juega al baloncesto, sale con sus amigos y tiene planes de futuro. Pero todo se tuerce cuando sufre una horrible lesión que le obligará a hacer reposo durante una temporada y que lo alejará de las canchas para siempre. Ahí descubre a su nuevo mejor amigo: internet. Y ahí es cuando conoce el peligroso juego de La ballena azul.
Seguramente os suene este juego, pero si no es así, os diré que es algo muchísimo más macabro de lo que parece. Es un reto. Un reto de cincuenta pruebas, a cada cual más peligrosa y absurda. Van pasando despacio delante de tu pantalla y tú decides si las quieres hacer o no. Pero si sigues adelante, sigues en el juego. Y solo hay una forma de ganar: el suicidio.
Se os han puesto los pelos de punta, ¿verdad? Pues ahora quiero que os imaginéis lo que es leer una novela que va sobre esto. Sobre una chica que desaparece sin dejar rastro y que estaba metida en ese juego. De un chico que, sin otra cosa que hacer en su vida, decide jugar y apostar sin saber que va a ser el partido más difícil de su vida.
El juego de Valeria, de J.R. Escudero, es una novela negra que da escalofríos por lo real que puede llegar a ser. ¿Cuántos de los que me están leyendo no han subido jamás una foto a internet? ¿Cuántos están al cien por cien seguros de que chatean con las personas que dicen ser? ¿Cuántos no saben lo peligroso que puede llegar a ser hacer un simple comentario en una red social? Y da miedo porque el que lo lee sabe que él podría acabar metido en algo así. Que todas estas cosas son historias de adolescentes hasta que dejan de serlas.
Creo que ese el magnetismo de la novela, lo que hace que enganche y que el lector quiera quedarse. Y podría pensarse que es porque Valeria ha desaparecido y no sabemos dónde está, pero en mi caso no ha sido así. Yo me quedé porque quería saber hasta dónde llega el valor, hasta dónde puede ceder uno cuando no tiene nada que perder o cuando cree que todo ha terminado. Ese pensamiento, que estruja el estómago y que aprieta la mente, es lo que me hizo quedarme hasta el final.
Pasando al análisis de la novela, hay que destacar que está contada en varias partes, algo así como el antes, el durante y el después. También encontramos ciertos capítulos que están contados en el pasado y que nos ayudan a comprender un aspecto muy importante de la novela, que es la vida del investigador que está detrás de la desaparición de Valeria. Y también nos topamos con un gran desarrollo de los personajes.
Esto último, lo de los personajes, es muy importante en la novela, a mi parecer. Sobre todo en cuanto a Nico se refiere. El libro tiene unas trescientas sesenta páginas y durante ese tiempo el protagonista crece muchísimo. Encontramos en él luces y sombras que darán sentido a la historia y que se complementarán perfectamente con el misterio que es la vida de Valeria. Persona que, aunque no está casi presente —sobre todo al principio—, llegamos a conocer gracias a lo que Nico cuenta y a varios episodios en los que el lector tendrá tiempo de estudiarla y juzgarla.
El ritmo de la novela es muy ágil. La forma de narrar de J.R. Escudero es fluida y engancha. Eso lo consigue gracias a la gran presencia de diálogos que, aunque no son lo más importante, siempre ayuda a que el libro sea mucho más rítmico. No nos olvidamos de que es un thriller y que por lo tanto la ambientación suele pasar bastante desapercibida. Con esto quiero decir que cuando una persona se mete de lleno en una historia como esta, está ávida de intriga y acción y le daría igual que se desarrollara en un lugar o en otro, porque lo que nos interesa es lo que les pasa a los personajes. Así que el autor no se entretiene en darnos datos innecesarios ni ambientaciones que no nos importan, va al grano y eso se agradece muchísimo.
Como veis, es una novela negra muy original que, aunque tiene protagonistas adolescentes, el público al que va dirigido es muy amplio. No diré que se lo recomendaría a mi abuela (gran fan de los thrillers, por cierto) porque me diría que es una estupidez hacer caso a lo que un móvil te diga, pero sí que se la recomiendo a todo aquel que se haya identificado con lo que he mencionado al principio. Que no es un requisito sine qua non, pero sí que ayudará a sentir más profundamente lo que el protagonista siente en su piel. Y eso al final es lo que gusta de leer, el poder ponerse en el papel del otro y más sabiendo que está más cerca de ti de lo que podrías llegar a pensar.
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