Cada noche, antes de irme a dormir, miro durante unos minutos el cielo. Un hábito que surge como resultado de mi naturaleza curiosa, principal instigadora de una desbordante imaginación. Así que empiezo con la simple contemplación de un cielo preñado de estrellas y termino imaginando todos esos planetas que TESS podría hallar. Satélite de Sondeo de Exoplanetas en Tránsito (TESS por sus siglas en inglés) es el último satélite que la NASA ha puesto en órbita. La misión de este pequeñajo será monitorizar todos esos planetas fuera de nuestro Sistema Solar proclives a albergar vida. Hallar los más mínimos indicios de vida microbiana ya sería todo un éxito.
Pero ya que imaginamos hagámoslo a lo grande. Encontremos planetas extraños repletos de vida inteligente. Contactemos con seres de morfología imposible que hablan lenguas insólitas. Viajemos a mundos tornasolados, grises, desérticos, frondosos… Así pues, dejemos a TESS, producto de la motivación intrínseca que surge de la curiosidad, buscando vida, y subamos a la Peregrina, hija de la más fructífera imaginación, que nos llevará a los lugares más recónditos del espacio profundo.
En El largo viaje a un pequeño planeta iracundo Rosemary Harper será nuestro ticket de embarque para formar parte de la tripulación de la Peregrina. A través de los ojos de la recién llegada iremos descubriendo a los curiosos compañeros con los que deberá compartir espacio. Pronto se pondrá de manifiesto que la tripulación de la Peregrina se dedica a un trabajo vital para hacer más accesibles las vastas distancias del espacio: abren agujeros de gusano. Pero los trabajos que están acostumbrados a hacer siempre son pequeños y sencillos hasta que reciben un difícil encargo que pondrá a prueba sus habilidades profesionales además de la convivencia en el interior de la Peregrina.
Becky Chambers es la autora de esta novela que autopublicó en 2014, pero que, tras convertirse en todo un éxito en tiempo record, la llevaría a publicar con una editorial y a ser finalista en el premio Arthur C. Clarke al mejor libro de ciencia ficción de 2016. Su éxito no radica en las batallas estelares. De hecho, y para ser honestos, solo hay dos escenas de acción. Tampoco se hace un gran uso del anzuelo que muchos morderán (entre los que yo me incluyo) de una nave capaz de crear atajos a través del espacio. Dos únicos, aunque impresionantes, viajes. Pero una space opera es mucho más que viajes a la velocidad de la luz, batallas espaciales y cachivaches de alta tecnología. Las buenas historias pertenecientes a este subgénero de la ciencia ficción siempre gozan de unos personajes que se relacionan con seres de otras razas creando vínculos a priori imposibles, que viven apasionantes romances y que, para bien o para mal, toman contacto con civilizaciones extrañas. En definitiva, personajes de los que resulta imposible no enamorarse. La tripulación de la Peregrina cumple con creces con esta característica.
Por la novela El largo viaje a un pequeño planeta iracundo se pasean algunos seres que bien podrían ser confundidos con los lagartos come ratones de la serie V, también hay anfibios cruzados con adorables peluches, veneradores de agresivos virus capaces de ver el tejido del que está conformado el espacio-tiempo, risueñas, además de extravagantes, muchachas humanas que parecen sacadas de un concurso de cosplayers, inteligencias artificiales con más empatía que la mayoría de seres pensantes… y más, y mucho más. Ashby, Rosemary, Doctor Chef, Ohan, Sissix, Jenks, Kizzy, Lovey, incluso Corbin, ese hombre mitad Data, mitad Sheldon en sus momentos más toca pelotas, se ganarán un rincón en vuestro corazoncito. Porque la autora consigue crear en un espacio pequeño, en ocasiones incluso asfixiante y con pocos personajes, un sinfín de interacciones y de situaciones en las que cada uno de nosotros se verá representado. Situaciones que tratarán temas como la identidad de género, la capacidad del amor para traspasar fronteras construidas por tabús absurdos, el concepto de familia, la amistad o la xenofobia. “No juzgues a otras especies por tus propias normal sociales”.
La tripulación de la Peregrina afrontará los asuntos anteriormente mencionados no solamente a bordo de la nave tuneladora sino también a lo largo y ancho del espacio. Enfrentándose, siempre con un predominante optimismo, a cada una de sus historias personales. Historias que se convierten en pequeños relatos que van conformando poco a poco la personalidad de cada uno. Becky Chambers, designada guía de este viaje, nos orientará a lo largo de puertos espaciales que ella describe de forma minuciosa. Olores, colores, sonidos, sensaciones, todo perfectamente conjugado para hacernos vivir una maravillosa experiencia sensorial. De igual forma ocurre con los manjares, pues la autora parece empeñada en hacernos salivar con platos que jamás podremos catar: sabrosas raíces colmillo, bichos de la costa roja de aroma embriagador o panecillos cocinados por Doctor Chef que, irremediablemente, conseguirán que tu estómago ruja. Y todo ello mientras página a página, nosotros como lectores, acabamos también formando parte de esa familia de la cual, ya casi al final y con alguna que otra lagrimilla de acompañamiento, nos será imposible separarnos.
En definitiva, El largo viaje a un pequeño planeta iracundo publicado por Insólita Editorial es una atrevida space opera que nos atrae con la promesa de explorar lugares increíbles y al final, gracias a unos personajes construidos de forma delicada y de notable sensibilidad, nos hace viajar al interior de nosotros mismos a través de unas acertadas reflexiones.
“El universo es lo que nosotros hacemos que sea”.