Siempre me he preguntado cual es el mérito mayor del que puede presumir un libro, y siempre he estado moderadamente convencido, al menos todo lo convencido que un irreductible militante en la duda como yo puede estar, de que ese mérito bien pudiera ser la capacidad de descubrirle un mundo al lector. El lugar donde el tiempo se equivoca me hace matizar esa opinión, hay un mérito mayor que introducir un mundo nuevo en los ojos del lector y es descubrirle su propio mundo, lograr sorprenderle con aquello que cree conocer y que de repente se le muestra como algo nuevo. Ese es el salto mortal que esta autora, acostumbrada por lo demás a mirar a los retos a la cara, afronta en su nueva obra, novelar su tierra, verla con ojos nuevos y redescubrirla y mostrársela así, renovada, a sus lectores. Y todo ello desde la ficción, con una crónica de viajes enmarcada dentro de una historia de amor: la travesía que nos propone es emocional, la crónica, en cierto modo, también, porque el viaje que hace es tanto por personas como por lugares de forma que es imposible separar de su mirada los sitios que visita y la historia que conoce de la gente de cuya mano lo hace, de las experiencias que vive y de ese viaje de lo íntimo a lo universal que a fin de cuentas es la literatura.
Otra de las cosas que me planteo en ocasiones es cómo se puede medir el éxito de una novela. Tengo claro que el nivel de ventas no es la mejor de las maneras, aunque lógicamente siempre es deseable, y la satisfacción del lector no siempre es objetiva, así que les voy a plantear una en la que nunca había pensado y que El lugar donde el tiempo se equivoca me ha descubierto: la conquista de la realidad. La protagonista, Vera Torres, es una reportera de viajes acostumbrada a destinos exóticos que debido a un problema personal se ve obligada a aceptar el primer artículo que le propongan, lo que la lleva a descubrir la sierra de Huelva, que el lector va descubriendo al tiempo que ella. Y es todo un descubrimiento. Pues bien, además de la trama principal, de la que también habrá que hablar un poco, ese descubrimiento se va traduciendo en una crónica más íntima de lo habitual para una profesional de ese tipo de crónicas, un reportaje en el que ella, por primera vez, está en ambos lados de la página y que para mi ha sido todo un hallazgo. Tengo la tremenda fortuna de haber sido testigo de la gestación de esta obra y una de las cosas que pude comentar con la autora fue precisamente lo mucho que esa crónica me gustaba y hasta qué punto me compraría una revista que publicara crónicas así. Pues bien, hace unos días me sorprendió la noticia de la publicación de la crónica en un periódico y firmada por Vera Torres, tal cual, no por Laura Cárdenas. Y a eso es a lo que iba, ¿cómo medir el éxito de una novela? Pues el hecho de que su protagonista esté tan viva y coleando como para publicar su trabajo en un periódico, que conquiste la realidad hasta confundirse con ella, desde luego es una buena manera de hacerlo. No sé si será la preferida del editor y la autora, pero desde luego no les molestará.
Les dije que Vera se vio obligada a aceptar el encargo de escribir sobre Huelva, que es la tierra de la autora y la mía propia, debido a un problema personal. Bien, no creo desvelar demasiado si les digo que ese problema personal es la ruptura de su matrimonio. No entro en las causas, ya lo leerán, pero es importante que lo sepan para que puedan hacerse cargo del estado emocional en el que se encuentra la protagonista cuando llega a la casa rural de la sierra en la que el destino de repente se convierte en origen y el viaje se equivoca como el tiempo ya que ella misma emprende uno que supone tanto el descubrimiento del paisaje y la gente que la rodea como el de ella misma. Vera debe aprender a no desparecer en su obra de la misma forma que aprende a estar visible en su vida, a avanzar hacia su futuro dejando atrás su pasado, que es una tarea mucho más difícil de lo que parece. Y encontrar el amor sin buscarlo, huyendo de él, de hecho, y ser capaz de asumirlo, o no. A veces la duda no consiste en reconocer el amor o no, sino en reconocerse merecedora de él o no, y esa es una duda mucho más difícil de dilucidar que la primera.
He utilizado la palabra “duda”, y no ha sido una elección caprichosa. Vera duda, y duda mucho. Es perfectamente razonable que sea así, pero en cierto modo es un reto más que afronta Laura Cárdenas, no sólo ambienta una novela por primera vez en su tierra, sino que su protagonista femenina es diferente de las anteriores precisamente en eso. No es que sea débil sino que su mundo se le ha caído encima y le cuesta sujetar las ruinas al tiempo que construye uno nuevo.
Del otro protagonista no les voy a decir nada, lo he pensado mucho y creo que es mejor que hagan como Vera y lo vayan conociendo y descubriendo poco a poco, a vuelta de página. Ya que les digo que la duda es importante, no voy a estropeársela yo con certezas. Duden con Vera, no la dejen sola, que es buena compañía.
Pero he dicho “del otro protagonista” y me doy cuenta de que dicho así es injusto. Porque hay muchos protagonistas en El lugar donde el tiempo se equivoca, el fundamental el lector, y yo siempre me he declarado admirador de los secundarios de Laura Cárdenas y no voy a hacer una excepción en una novela con unos secundarios tan importantes como esta. Déjenme que destaque a Claudia, la hermana de Vera, porque es un personaje deslumbrante pero también porque es un guiño a los lectores fieles que resulta verdaderamente entrañable.
No me queda mucho por contarles, se trata de un libro tremendamente honesto en el que los personajes se miran hacia dentro con la crudeza y la sinceridad que les imponen sus heridas, que tratan de ser más leales a si mismos que a su dolor, y eso es una tarea titánica, pero que como es correspondida con la sinceridad y la lealtad de la autora hacia sus personajes, funciona a las mil maravillas. Una novela con un título tan absolutamente hermoso se recomienda a si misma, tengo para mí que las siete palabras que sabiamente combinó Laura Cárdenas en el título serán más eficaces en esto de la recomendación que las más de mil ciento cincuenta que, torpemente, llevo yo ya escritas. Pero sea por lo uno o por lo otro, o por la música, que esta es una novela con música, o por cualquiera de los motivos que le sobran a esta novela, léanla. Descubrirán un mundo, aunque ya lo conozcan, y sobre todo convivirán con toda la vida, la historia y los sentimientos que lo habitan. Al igual que Vera conquistó la realidad, es una cuestión de justicia kármica elemental que, en leal correspondencia, conquisten ahora ustedes la ficción.
Andrés Barrero
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