El maestro de Petersburgo, de J.M. Coetzee
Después de tanto tiempo formando parte del equipo de este blog literario, nos hemos empezado a conocer con nuestros gustos a la hora de leer. Esta vez, la recomendación llegó en un e-mail sobre otros asuntos y comentada “al pasar”. Mi compañero Javier BR, después de un par de reseñas mías, ya sabe que todo lo relacionado con Rusia es de mi interés. Combinando mi curiosidad y mis ganas de leer a Coetzee, sugirió un título que iba a dar con la tecla casi seguro. El nombre quedó en mi cabeza y, de casualidad, buscando un regalo para una amiga, me topé con El maestro de Petersburgo de J.M Coetzee.
El autor utiliza a uno de los emblemas de la literatura rusa, Fedor Dostoievski, que vuelve a San Petersburgo en 1869. Su regreso se relaciona directamente con la muerte de su hijastro veinteañero Pavel, cuyo deceso es un enigma entre el suicidio y un asesinato. Mientras Dostoievski comienza una lucha interna que rechaza la posible idea que su hijo lo odie en tanto todos los indicios indican que su hijastro estaba involucrado en cuestiones que su padrastro no comparte.
Mientras vive en la pensión en la que se alojaba Pavel, conoce a Anna y a su hija Matryona. Ambas ayuden a construir el recuerdo de Pavel en sus últimos días vivo. El famoso escritor comienza a usar sus ropas, a dormir en su cama, a buscar los papeles perdidos y a frecuentar, de forma obligada, a las amistades de su hijastro que incluyen al anarquista Nachaev con quien mantiene una serie de diálogos muy interesantes.
Coetzee nos lleva a través de esa búsqueda, mientras el personaje busca mimetizarse con su hijastro para intentar absorber todo el recuerdo que es todo lo que le queda, luego de su ausencia que cree podría haber provocado el odio de Pavel. La forma que tiene de acercarse –una de ellas- de llegar a él, es a través de las relaciones sexuales que mantiene con Anna.
Personajes complejos si los hay, el autor logra construir una historia con varios tópicos. Coetzee perdió a su hijo, de la misma edad de Pavel, y por ello puede que el dolor del escritor ruso sea tan marcado. Quizás Coetzee tuvo esa mezcla de remordimiento y se refugió en la escritura como también parece hacerlo Dostoievski. Porque también asistimos a una parte del proceso creativo del escritor cuando no se le cae una idea o cuando se revive la grandeza de su célebre novela Crimen y castigo.
Más allá de la complejidad de la novela, de los múltiples temas y de la excelente capacidad de narrar del autor, el punto que trata con absoluta excelencia este Premio Nobel es ponerse en la piel de Dostoievski con categoría. Hay que mirar la portada –y algunas herramientas de escritura de la literatura rusa- para no creer que se trate de un libro del escritor ruso y no de Coetzee.
Incursionar en el mundo Coetzee a través de esta novela fue un muy buen consejo literario de Javier. A mí sólo me resta recomendárselos.
Rosario Arán (rosearan@librosyliteratura.es)
Pues hago caso de tu recomendación y me lo apunto, no conocía esta obra de Coetzee, del que por ahora sólo he leído Infancia y Juventud y los dos me han encantado, así que otro libro más para seguir disfrutando con este maestro. Me alegro de que te haya gustado y gracias por descubrírnoslo y compartirlo con todos nosotros. Besos.
Pues si te lo recomendó Javier BR, y tu nos lo recomiendas a nosotros, no se hable más, a leerlo.
Es curioso, a mí me casa justamente lo contrario: mira que me gusta Coetzee y más aún Dostoievski, pero a pesar de ello (o quizás precisamente por ello…) nunca me he sentido atraído por esta novela. Un saludo!
Goizeder:
Muchas gracias a vos por comentar!!!
Susana:
Bueno, si confían en Javier entones pueden confiar en que este libro es bueno.
Iván:
Paradojas de la vida. No me parece mal que quizás esa sea la razón, el miedo a la desilusión si se trata de la reunión de dos autores favoritos.
¡Hola!
Me gustó el comentario. Gracias.