El mal de Portnoy, de Philip Roth
Un libro valiente, humano y muy, muy divertido.
A lo largo de mi experiencia como lector, en ocasiones me he encontrado en un callejón sin salida, aquejado de una especie de bloqueo. En cada una de esas ocasiones ha aparecido un autor nuevo para mí, siempre de una forma casual (un libro regalado, un título escogido al azar en una biblioteca ajena,…) que ha cambiado la concepción que en aquel momento tenía de la literatura. Es el caso de Philip Roth, que se encargó de recordarme algo que poco a poco había ido olvidando: que la lectura no es (sólo) una actividad intelectual, la lectura es diversión.
La sinopsis de el “Mal de Portnoy” puede asustar: es la supuesta descripción de un trastorno en el que “los impulsos altruistas y morales se experimentan con mucha intensidad, pero se hallan en perpetua guerra con el deseo sexual más extremado y, en ocasiones, perverso. Al respecto dice Spielvogel: «Abundan los actos de exhibicionismo, voyeurismo, fetichismo y autoerotismo, así como el coito oral; no obstante, y como consecuencia de la ‘moral’ del paciente, ni la fantasía ni el acto resultan en una auténtica gratificación sexual, sino en otro tipo de sentimientos, que se imponen a todos los demás: la vergüenza y el temor al castigo, sobre todo en forma de castración»”.
Pero no se trata de una novela psicológica, ni de un retorcido drama sobre las obsesiones sexuales de un enfermo; por el contrario, es uno de los libros más divertidos que he leído. Alexander Portnoy se tumba en el diván de su psicoanalista, el doctor Spielvogel, en busca de una solución para su problema: vive atormentado por sus frustraciones sexuales, por su incapacidad para amar y comprometerse, por su obsesión por las shikses (mujeres gentiles). Una infancia asfixiante dentro de una comunidad judía tradicional, tentado por el paraíso del sueño americano; una madre neurótica, posesiva, manipuladora; un padre permanentemente estreñido, secuestrado por su trabajo… Portnoy culpa a su familia y a su entorno de sus miedos y obsesiones, pero a la vez añora ese mundo de certezas que poco a poco se va desvaneciendo.
El texto, de acuerdo con su título original (“Portnoy’s complaint”) y su primera traducción al español (“El lamento de Portnoy”), es una larga queja, un monólogo desesperado, escrito con un lenguaje un tanto escatológico, lleno de referencias sexuales explícitas, pero muy literario. Como es habitual en Roth, la ironía, el sarcasmo, la autocrítica corrosiva (a veces cruel) están presentes en cada línea. El lamento que Portnoy va desgranando ante su terapeuta es tan ingenioso que en ocasiones llega a parecer un monólogo cómico.
La gran virtud de este libro es que es tremendamente divertido. Eso debería ser motivo suficiente para leerlo. Pero, además, estamos ante un texto valiente y muy inteligente que, aunque ambientado en una situación y una época muy concretas, trata temas universales (la relación entre padres e hijos, los choques culturales, el sexo, la fidelidad) con los que cualquiera puede identificarse.
Javier BR
Estupendo comentario de la novela que no hay duda que leeré.
Aunque reconozco que yo tengo un problema con Roth, me gusta mucho como escribe, pero no me gusta lo que dice, le veo siempre a él mismo en todas sus obras, y con alguna de sus novelas, como “El animal moribundo” la he terminado terriblemente enfadada, y sin terminar de comprender si lo hacía conmigo misma o con él.
También me gustaría comentar que este autor, cuando lo hemos tratado en mi Club de Lectura, a los chicos en general les parece muy bueno y divertido, pero no a las chicas.
Ya te contaré cuando lo lea.
Susana
He oído en innumerables ocasiones mencionar este autor; el título del libro también me suena, aunque yo lo conocía como “el lamento de Portnoy” (la anterior traducción, como comentas en el post). Y nunca, me había llamado la atención. Pero con una reseña como esta, sólo puedo pensar una cosa:
¡TENGO QUE LEER ESTE LIBRO!
Muchas gracias por llamar mi atención sobre un libro que sin duda disfrutaré, y que leeré con muchísimas ganas. Me has abierto mi apetito lector.
¡Nos leemos!
Gracias por tu comentario, Susana. Desde luego, Roth no es un escritor políticamente correcto. Es muy fácil identificar al autor con algunos de sus personajes (especialmente con Nathan Zuckerman, alter ego de Roth y protagonista de muchas de sus novelas) y, en ocasiones, estos personajes se comportan de un modo despreciable. Como la mayoría de nosostros.
Portnoy, desde el diván, va soltando todo lo que se le pasa por la cabeza: a veces aparece perdido, desvalido, pero al momento es irónico y cruel, especialmente consigo mismo. Además, usa un lenguaje bastante explícito y puede resultar desagradable para algunas personas. Pero ahí es donde reside su valentía, en el hecho de ser capaz de diseccionarse a sí mismo y exponer ante todos sus pensamientos más íntimos, sus defectos, sus miedos… aún sabiendo que va a quedar como un miserable.
En ese sentido entiendo que a algunas mujeres no les guste, que incluso le consideren un misógino. Yo les aconsejaría que no se queden en lo que los personajes dicen textualmente.
Saludos,
Javier
Gracias, Iván.
A mí me pasaba lo mismo, no me llamaba la atención la narrativa norteamericana actual. En mi opinión tenemos ciertos prejuicios sobre el tema: pensamos que en los Estados Unidos hacen buenas películas de acción y buena música pop, pero que para encontrar arte con mayúsculas hay que buscar en Europa, o en Latinoamérica. Sin embargo Roth, McCarthy, DeLillo, Pynchon… forman una generación excepcional de escritores que probablemente no tenga igual en todo el mundo en estos momentos. Pero me estoy metiendo en terrenos peligrosos. Quizá era yo el que tenía esos prejuicios, y me alegro mucho de haberlos perdido.
Saludos,
Javier
Teniendo en cuenta mi experiencia anterior con Roth, no hay duda de que me encuentro entre esas personas a las que la sinopsis de este libro hubiera podido asustar de no haber leído antes tu comentario.
Aunque suene algo incoherente, me alegro que haya sido “El Mal de Portnoy” el que te hiciera reencontrarte con la verdadera esencia de la lectura, que no es otra que la de hacernos sentir bien.
Enhorabuena por tu reseña, casi me ha dado ganas de reconciliarme con Roth… pero sólo casi. Coincido con Susana en creer que las mujeres encajamos de forma distinta las maneras de transmitir que tiene este autor. Aún así, no descarto que algún día pueda leerlo, cuando salga de los tonos pastel que tanto me gustan.
Saludos!
Gracias, Delia. La próxima vez me esforzaré más 😉
Kafka decía que “si el libro que estamos leyendo no nos despierta de un puñetazo en el craneo, ¿para qué leerlo?”. Claro que Kafka estaba un poco “pallá”, quizá no sea buena idea seguir sus consejos… El hecho de que un autor despierte estas controversias es señal de que al menos es capaz de hacer que salte alguno de nuestros resortes internos, y eso ya es algo. No es suficiente, pero es algo.
Te propongo un trato: dime qué libro recomendarías o por qué autor sientes curiosidad y lo comentamos aquí dentro de unas semanas.
Saludos,
Javier
Hola otra vez!
No quería decirlo yo, lo de misógeno, pero ya que la palabra la has puesto tu, comentarte que es exactamente lo que parece, tanto sus personajes (los diversos alter ego del autor)como él en sus propias “memorias”.
Es posible que las mujeres leamos a este autor sin despojarnos de nuestros prejuicios, pero no es menos cierto que él no se atreve a hacer un verdadero ensayo expresando opiniones propias sobre vida, sexo, sociedad y muerte, y se tapa detrás de sus personajes. Es posible que en ese caso nunca recibiera ese Nobel que cada año parece que le van a dar.
Pero bueno … que como este no lo he leído era sólo por polemizar un poquito más (je,je)
Delia, ya nos contaremos al leerlo.
(Siento haberte metido en este lío Javier)
Un abrazo
(No te preocupes, Susana, si a mí me gustan los líos.)
Lo que dices es cierto: es inevitable identificar a Roth con sus personajes; ni siquiera creo que intente disimularlo. Pero cuando utiliza a sus personajes como altavoz de sus opiniones (y de sus miedos, de sus frustraciones, de sus limitaciones) no creo que pretenda proteger su reputación. No hay ninguna grandeza en esos personajes egoístas y acomplejados. Roth los hace objeto de una crítica mordaz, tanto más despiadada cuanto más se parecen a él.
En mi opinión, más que una pantalla, los alter ego de Roth son su modo de ajustar cuentas con su mundo y con él mismo.
Saludos,
Javier
Hola, Javier, me encanta tu reseña. Desde hace tiempo me he ido haciendo con un acervo “Roth”, aunque sólo he leído a Joseph.
De Philip no sé si empezar por Pastoral americana, Elegía o El profesor del deseo, de entre los que tengo en la estantería (creo que no puedo posponer mucho más a este autor).
Anoto este titulo para la próxima compra.
Un saludo.
Yo descubri a Roth con deudas y dolores, para mi su obra mas completa aunque puede que tambien la mas convencional.
Gracias por tu visita y por tu comentario, Andrómeda.
De los tres libros que mencionas, sólo he leído “El profesor del deseo”. El narrador y protagonista, David Kepesh, es uno de esos personajes característicos de Roth, como el propio Portnoy o su alter ego más conocido, Nathan Zuckerman. No es una mala elección para adentrarse en el universo de Roth. Yo te recomendaría, además, “La contravida” que aparte de tocar todos los temas recurrentes de la literatura de Roth, tiene una estructura narrativa realmente sorprendente.
Saludos,
Javier
He leído bastantes reseñas de este libro (que aún no he leído aunque lo compré hace tiempo) pero en ninguna de ellas recuerdo que se incidiera tanto en el humor que despliega, así que es una aportación que me gusta y que hará que adelante su lectura.
GRACIAS¡¡¡
A veces, al comentar un libro, tenemos tendencia a ponernos trascendentales y centrarnos más en los temas tratados, o en su estructura, que en las sensaciones que nos suscita su lectura. Este libro, en concreto, puede cambiar radicamente si no se percibe su sarcasmo.
También es verdad que el sentido del humor es algo muy personal, y más cuando se trata de un texto tan irónico.
Gracias por tu comentario. Saludos,
Javier
Hola Javier. Nuevamente un placer leer tus reseñas.
Yo estoy actualmente en uno de esos callejones sin salida del lector, cómo vos lo llamas. Hace 3 semanas que voy a las librerías y no se que leer, o que comprar.
Así que espero encontrar este libro en las librerías de mi ciudad.
Y coincido totalmente en eso que los libros deben hacernos sentir bien. Por lo menos yo prefiero eso, saludos.
Hola, Darío. El placer es mío al volver a leerte en Libros y Literatura. Son complicados esos bloqueos de lector. Si recomendar un libro no es tarea fácil, durante una se esas etapas se convierte en un desafío. Pero la clave es esa; buscar libros que nos hagan sentir bien.
De todas formas, si quieres, podemos buscar algún título para recomendarte.
Un saludo.
Hola Javier. Por lo pronto salí del paso con una sorpresa. Un amigo me regaló “El extraño caso del perro asesinado a la medianoche”, de Mark Haddon. Un libro corto, muy divertido, original y fácil de leer, pero que detrás de esa supuesta ligereza, trata un tema tan triste como es la vida de los familiares (en este caso padres) de un chico autista. El libro está contado en primera persona, por el protagonista, un adolescente autista, con todos los conflictos sociales imaginables. A mi me lo hizo pasar bien (esa era la idea de los buenos libros, no? jeje)
Saludos, y siempre a la espera de buenos consejos, y de compartir algunos comentarios.
A pesar de tener momentos muy divertidos, es una novela horrible y enfermiza, sobre un puto capullo misógino, homófobo y capacitista de mierda y demás. (No leeré respuestas.)