El mejor mundo posible

El mejor mundo posible, de Milena Agus

Pocas veces me encuentro frente a la hoja en blanco y no sé bien como empezar la reseña. Es la primera vez, desde que escribo para este blog, que empiezo a escribir las primeras líneas y borro, una y otra vez.  Dejo pasar las horas y me vuelvo a sentar frente a la computadora. Nada de lo que escribí antes me parece justo para la novela: ¿Una novela para adultos con una niña protagonista? ¿La imaginación como punto de partida? Nada me parece suficiente. El mejor mundo posible de Milena Agus no puede quedar reducido a frases simples porque combina lo mágico de ser un niño con lo trágico de ser adulto.

La protagonista de esta novela es una nena de catorce años, que vive en un pequeño poblado junto al mar en Italia. Nos dibuja un lugar de belleza única y tranquilidad que transmite el mar. Ese mar que se convirtió en un pozo dinero para quienes buscan establecer un complejo hotelero en la zona pero que, no pueden construir porque una de las vecinas se niega a vender su tierra.

Pero no se trata de la vida de la niña, sino de quienes la comparten con ella: Madame, la excéntrica vecina, su atípico abuelo, una madre enferma que no deja su cama, el vecino bohemio que vive en París y le causa dolores de cabeza a sus padres mientras que la abuela cree que el chico asiste a La Sorbona. Y claro, los numerosos amantes de Madame. Sin olvidar tampoco, a esa presencia extraña que la pequeña evoca en el viento y este es su padre desaparecido, un jugador compulsivo.

(Haz click en “leer más” para seguir leyendo la reseña de este libro)

Frente a este mundo de adultos con problemas amorosos, dilemas familiares, pasado que avergüenza, la protagonista nos muestra lo que ve, como percibe las situaciones extravagantes del mundo que la rodea y lo transforma a su gusto, para poder aportarle positividad a su propia existencia.

De fácil lectura y con mucha dosis de ternura, la novela es un tributo a uno de las herramientas más sanas y especiales de los niños: la imaginación. Ese elemento que, cuando se llega adulto, entendemos que no es tan poderoso como la realidad misma, que la supera y en ocasiones la agota. No deja de ser positiva en todo y ofrece la mirada incluso ante la tragedia, de alguien que se rodea de personas de mayor edad y los observa comportándose como tales.

Un personaje que justifica a quienes ama porque la inocencia se lo permite y que se apoya en ciertas creencias para abordar situaciones incómodas o tristes.  Eso es lo conmovedor de la historia y que provoca nostalgia por esa etapa, donde es más fácil escaparse de todo y mantenerse ajeno de lo que pasa alrededor, tan sólo con el poder de imaginar al propio antojo.

La elección de este libro tuvo mucho que ver con la reverencia que se le hace a la imaginación. Me fascina el hecho de saber lo poderosa que es, lo que ayuda en muchos momentos y la capacidad que tiene para crecer. Porque la imaginación es la base de la lectura, de las historias que están en los libros. Porque aún hoy, cuando ya no se es niño, es la que contribuye a curar lo trágico del mundo adulto.

Rosario Arán (rosearan@librosyliteratura.es)