Reseña del libro “El misterio de la casa Aranda”, de Jerónimo Tristante
Era el año 2007 cuando se nos presentaba con todos los honores, a un nuevo agente de la ley dispuesto a comerse el mundo; su nombre, Víctor Ros Menéndez, extremeño de nacimiento y posteriormente vecino del Madrid de finales del siglo XIX, del barrio de La Latina. Alto, guapo, en plena forma física y con una capacidad mental que nos recuerda al Detective Consultor más famoso del mundo pero que supera a aquél en gallardía y en habilidades sociales.
El misterio de la casa Aranda es su primera aventura, la que narra los dos casos que, ocurriendo al mismo tiempo, lo convierten en lo que es hoy día: el subinspector de policía más famoso de Europa y el que utiliza las técnicas más modernas y científicas.
Por un lado, deberá intentar resolver un caso de asesinatos en serie del que nadie se preocupa lo más mínimo porque las víctimas son prostitutas y, por otro lado, hará frente al intento de asesinato que trata de cometer una joven de la alta sociedad recién casada, que parece no estar en sus cabales.
El asesinato de las jóvenes que frecuentan la calle no se ha investigado y es por ello por lo que Lola “la valenciana”, a la que Víctor frecuenta en su puesto de trabajo (un burdel de lo más granado de Madrid), le pide ayuda por miedo y porque una de las víctimas era amiga suya. Poco a poco irá descubriendo los más oscuros secretos de las familias de bien de la España de la época y lo que están dispuestas a sacrificar por ahorrarse un escándalo.
Cuando conocemos a Víctor en El misterio de la casa Aranda, acaba de volver a Madrid después de unos años en misión secreta en el norte de España, por la que ha sido condecorado y ascendido. Llega para incorporarse a una nueva brigada de investigación y para asistir al sepelio de su mentor y amigo Don Armando, el hombre que lo sacó de la calle y evitó que siguiera siendo un raterillo que parecía destinado a convertirse en un ladrón de guante blanco, para desgracia de su madre.
De uno de los amigos de Don Armando, Víctor aprenderá los entresijos de la ciencia aplicada a la investigación policial, este noble llamado Alberto Aldanza, le mostrará al subinspector trucos que la ciencia aún no había enseñado al mundo.
Además, en el caso que más interesa a la sociedad en general, el de la joven noble que intenta asesinar a su recién estrenado esposo, Víctor averiguará demasiado pronto que la agresora es hermana de Clara Alvear, una joven de la que Víctor anda secretamente enamorado desde que la descubrió paseando por El Retiro una tarde de primavera.
Con El misterio de la casa Aranda se daba comienzo hace más de dos décadas a la saga literaria de Víctor Ros, que ahora la Editorial Algaida está reeditando. El caso de la viuda negra, El enigma de la calle Calabria, La última noche de Víctor Ros, Víctor Ros y el gran robo del oro español y Víctor Ros y los misterios de Ultramar, son los títulos que la completan y que poco a poco iremos viendo publicadas con renovadas portadas y formato en cartoné.
Por ahora, si no conocías al subinspector ni sus métodos de trabajo, déjate enamorar con esta reedición de sus orígenes que conseguirán hacerte fan de la novela de detectives con toque español, con alguien que no bebe whisky para olvidar (como sus compañeros de allende los mares) sino que toma café y churros; alguien que sigue los consejos de sus compañeros más experimentados, como su inseparable Alfredo Blázquez y su casera Doña Patro, un joven leído que pasa sus ratos libres en la zarzuela o en los teatros de su barrio, en fin, un joven como otro cualquiera.
Sus enemigos serán una anciana de cara arrugada y verruga, un ejemplar de La divina comedia de Dante que parece embrujar a las mujeres que lo leen y las incita a asesinar a sus maridos, un asesino de prostitutas que se esconde tras el anonimato y la oscuridad de la noche,…y sus aliados, los modernos métodos científicos como las huellas dactilares o el análisis de cenizas de tabaco y sus compañeros y amigos… todos los ingredientes necesarios para una buena historia combinados a la perfección por Jerónimo Tristante, el padre de la criatura, que no pierde frescura por muchos años que le pasen.