Hacía ya un tiempo que no leía nada de literatura infantil y notaba que ya me estaba volviendo más seria, más adulta. Menos mal que gracias a Algar tengo una remesa de libros para peques que voy a devorar estos días y a ponerme un poco al día con mi lado más infantil. Es muy necesario, de verdad. A mí al menos me sienta de maravilla desconectar de otro tipo de libros y divertirme un poco con los libros para los más pequeños.
Hoy he elegido El monstruo del armario existe… ¡y te lo voy a demostrar!, porque ese monstruito que aparece en la portada, con esos ojos tan tiernos, me estaba diciendo “¡léeme! Y la verdad es que no he podido resistirme. Dirigido para los peques de cinco a ocho años (y los adultos con ganas de pasarlo bien) este librito cuenta la historia de un niño y el monstruo que vive en el armario de su habitación. La verdad es que no recuerdo tener miedo a que ningún monstruo viviera en mi habitación cuando era pequeña. No sé si es porque compartía habitación con mi hermano y puede que él me protegiera o que el monstruito fuera él mismo, no lo tengo claro. Eso sí, recuerdo perfectamente el jaleo que armábamos con todos los juguetes esparcidos por la habitación, las meriendas y algún que otro desastre que organizábamos por la casa. Esas cosas no se olvidan.
El peque de esta historia trata de explicarles a sus padres que hay un monstruo en su habitación y para que le crean tiene unos motivos de lo más creíbles: el monstruo es quien desordena su habitación, quien pierde los calcetines sucios y deja esparcidos trozos de chocolate y galletas encima de su cama. A él le encantan las verduras, por eso el niño nos las come nunca. ¿No os parecen razones de peso para creer que hay un monstruo dentro del armario de este niño? Yo creo que sí. Es más, sospecho que también tengo uno en casa que me arruga la ropa y lo llena todo de polvo, voy a ver si consigo negociar con él y por lo menos lo pongo a planchar…
El monstruo del armario existe… ¡y te lo voy a demostrar! es un libro muy divertido. Tengo que regalárselo a alguno de mis sobrinos, a ver si así dejan de tener miedo por las noches o, al menos, encuentran la excusa perfecta para no arreglar sus habitaciones. Es lo que hacemos las tías.