Pablo Carbonell me cae bien. Me cae tan bien que no me importaría tomarme unas cañas con él, quedarme encerrada en un ascensor a su lado o hacer un viaje de ocho horas seguidas en el mismo coche. Sé que no me iba a aburrir, porque tiene cuerda para rato. También sé que sabría estar callado (nada de esos momentos incómodos que nombran en Pulp Fiction). Me gusta la gente que también sabe cuándo callarse. Y para escribir una autobiografía hay que callarse un tiempo y hacer un ejercicio de introspección bestial. Carbonell lo ha hecho y el resultado es El mundo de la tarántula, publicado por la siempre necesaria Blackie Books.
¿Por qué me cae bien Pablo Carbonell? Porque, amigos, sin el humor estaríamos perdidos y Pablo tiene un humor tan maravillosamente fino que he llorado de la risa con él. Pablo es muy rápido y directo, y en ocasiones algo socarrón, claves del humor que me gusta. Pero además, Pablo es tierno (me dan ganas de estrujarle los mofletes), Pablo te mira desde esos ojos claros y sigues viendo en él a ese niño que aún no ha dejado atrás (¡no lo dejes nunca, Pablo!).
Recuerdo ver a Pablo Carbonell en la televisión desde muy pequeña. En Caiga quién caiga, me moría de risa con él. Recuerdo cantar a voces Mi agüita amarilla de enana, así que básicamente Pablo es un personaje con el que he crecido. ¿Me cae mejor Pablo después de haber leído su autobiografía? Indudablemente. Aún le tengo más cariño. Sería idiota si después leer todo lo que Carbonell, desde sus entrañas, cuenta en este libro no me hubiese removido algo por dentro.
Esto no quiere decir que este libro sea sólo para los seguidores de Carbonell. Es lo chulo de los autobiografías, que te enseñan a conocer a las personas de primera mano. Así que si este libro te inspira algún tipo de interés, adelante. Ya te digo que te no te va a defraudar en ningún momento.
El mundo de la tarántula se lee rápido y fácilmente, y esto es mérito de Pablo Carbonell, claro. En tres tardes lo había leído, un poco por el enganche que me estaba suponiendo y un poco por esa prosa amena de la que os hablaba. Y en esas tres tardes he reído, me he emocionado, he vuelto a reír a carcajadas, me he sorprendido, he aprendido y he llorado. No es poca cosa, ¿eh?
Como no podría tratarse de otra forma, el libro arranca con la infancia de Pablo en su querido Cádiz y su más tarde impuesta Huelva. Su familia, católica familia, sus hermanos, los juegos con sus amigos y, cómo no, los primeros amores. Épocas de descubrir, de probar y de tentar a la suerte. Y vaya que si Pablo ha tentado a la suerte, sobre todo si hablamos de su adolescencia y posteriores años.
Imprescindible la figura de Pedro Reyes en su memoria, pues fue con él con quién comenzó en ese mundo de la tarántula. Desde sus actuaciones por las calles hasta sus primeros bolos más o menos serios. Pedro ha sido un hermano para Pablo y se nota en el cariño con el que aparece representado en este libro.
¿Por qué aquello de que Pablo ha tentado mucho a la suerte? Já. Porque no se corta, y como no se corta ni tiene pelos en la lengua desfilan por sus memorias toda clase de experimentos con drogas, todo tipo de relaciones sexuales, aventuras y desventuras de un Carbonell que ha hecho con su vida lo que le ha dado la gana. Olé tú, Pablo.
Y entre tanto el amor, la amistad, los personajes más variopintos (ya se sabe, la farándula…), los primeros trabajos, los proyectos serios, las ganas de estar sobre un escenario, los Toreros Muertos, las giras, los encontronazos, el cine, la paternidad y un Pablo niño atrapado en el cuerpo de un Pablo ya maduro.
¿No habéis visto Atún y Chocolate? No sé a qué esperáis. Es Pablo Carbonell en toda su esencia. ¿Aún no habéis leído El mundo de la tarántula? Pues tampoco sé qué estáis haciendo con vuestras vidas. Pablito se deja querer, ya lo veréis.