El muñeco

El muñeco, de Daphne du Maurier

Daphne du Maurier es una autora a la que rodea cierto halo de misterio, muy en consonancia con el estilo, los temas y los oscuros personajes que cultivó en sus relatos y novelas, con Rebeca como máximo exponente de ese misterio y ese gusto por lo turbio: personajes siniestros, secretos y misterios cuyo contenido destructor no se desvela hasta el final, pero sí impregna todo el relato desde el principio, de modo que rodea a los protagonistas un aura ominosa de destino trágico que siempre, siempre se cumple al final. Muy característico de Du Maurier es asimismo su tratamiento del paisaje como un elemento activo más, un decorado que se impone desde el inicio y que acaba engullendo al personaje y formando parte de ese oscuro destino.


Pues bien, todos esos rasgos ya aparecen en los 13 relatos que componen El muñeco. Antes de seguir, debemos constatar que los relatos de El muñeco, en general, no constituyen la muestra más acabada del talento de Daphne du Maurier; quien espere encontrar cuentos de la intensidad, la potencia evocadora y la cualidad terrorífica de El manzano o de No mires ahora quedará seguramente decepcionado. El muñeco gustará más bien a quienes ya estén familiarizados con Du Maurier, hayan leído al menos alguna de sus obras de madurez y quieran añadir un matiz más a su conocimiento de la obra de la autora; y es que El muñeco es una colección de relatos anteriores a 1938, año en que apareció publicada Rebeca. El relato que da título (y portada capaz de provocar repetidos escalofríos) al volumen, El muñeco, es el mejor de la colección y el que mejor adelanta a la Du Maurier madura. Y lo cierto es que el relato es de lo más atmosférico y extraño, con personajes muy típicos de esta autora –obsesionados, locos, desesperados por causa del mundo y de los deseos que éste les provoca, abocados al desastre y al fracaso personal–, ambientes lúgubres y elementos capaces de helar la sangre al más pintado. Muy a la par está el desasosegante Viento del este, narración con tintes míticos y alegóricos, prácticamente de un único tema y que podría utilizarse perfectamente como resumen de la temática y el tipo de personajes y descripciones que salen de la pluma de Daphne du Maurier.

El resto de los relatos son casi todos de un tono muy diferente al de los dos mencionados y, si algo tienen en común entre sí, es que configuran ejercicios en los que la autora practica su crueldad para con sus personajes y va entrenando su pluma para creaciones venideras. Crueldad y una sátira rayana en la caricatura se dan la mano en casi todos los relatos de El muñeco, para retratar las diversas maneras en que el hombre se complica la vida a sí mismo y se la complica a los demás, en su vida cotidiana y sin que para ello pase nada de extraordinario; simplemente, porque puede, o porque su nulo control sobre sus obsesiones y sus deseos más íntimos no le deja otro remedio. En ese sentido, los cuentos funcionan a modo de breves episodios, a veces casi apuntes (en varios relatos, ni siquiera se desvela el nombre de los personajes) sin otro objeto que hacer mofa de esa mezquindad tan típicamente humana.

En suma, El muñeco nos brinda la oportunidad de conocer mejor a Daphne du Maurier y su particular universo. Para futuras ediciones, sólo faltaría repasar y pulir un poco la versión española, pues contiene errores dactilográficos y alguna que otra falta llamativa (“todas sus cosas se cayeron echas un lío”, notablemente, en la página 128). Por lo demás, sólo queda dar la enhorabuena a Nevsky por su apuesta por la literatura inglesa con su sello Fábulas de Albión.

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