Si hablamos de literatura rusa, a todos nos vienen a la cabeza nombres como Aleksandr Pushkin, Nikolái Gógol, Fiódor Dostoievski, León Tolstói o Antón Chéjov. Estos fueron los grandes iconos del Siglo de Oro de la literatura rusa y ocupan un lugar privilegiado en la literatura universal.
Leer a los rusos no es tarea fácil, sus obras están reservadas para lectores exigentes y con grandes dosis de paciencia, sobre todo si pretenden enfrentarse a obras de la envergadura de Guerra y paz o Crimen y castigo. Una gran parte de los lectores que se aventuran a semejante empresa quedan fascinados y, cada cierto tiempo, dedican una temporada a estos grandes clásicos de la literatura. Sin embargo, otros tantos se sienten abrumados por la densidad de las obras y, seguramente, no vuelven a intentarlo. A los lectores fascinados con la literatura rusa, a aquellos que renegáis de ella e, incluso, a los que ni siquiera os habéis atrevido a probar, hoy quiero hablaros de El músico ciego, de Vladímir Korolenko.
Vladímir Korolenko no perteneció a la época dorada de la literatura rusa, sino a la generación posterior, pero heredó todas sus bondades. No es de extrañar, ya que fue amigo de Antón Chéjov y León Tolstói, y hasta maestro de Máximo Gorki, otro grande de la literatura rusa. Para Korolenko, la voluntad moral, espiritual y humanista eran indispensables en una obra para poder considerla literatura. Y, por eso, la dimensión ética fue primordial en sus escritos, por encima de la dimensión estética. No por casualidad era conocido como «la conciencia del pueblo».
El músico ciego es una novela psicológica, pues Korolenko hizo un retrato psicológico de un ser humano privado de la vista. El protagonista de esta historia es Piotr Popelski, un niño que nace ciego y al que acompañamos durante su niñez, adolescencia y juventud. Su familia, de clase acomodada, lo protege del exterior y trata de no despertar en él el interés por cuestiones de las que nunca alcanzará una auténtica respuesta, para que, de esta forma, no sufra por su carencia. Sin embargo, la vida se abre paso y Popelski conoce a personas ajenas a su círculo cercano, descubre la naturaleza y también la música, por la que siente una predisposición inmediata.
A través de las vivencias de Piotr y de su crisis existencial, Vladímir Korolenko plantea a los lectores temas universales: el instinto de superación y la búsqueda del sentido de la vida y de nuestro lugar en el mundo. Preguntas que adquieren una mayor magnitud cuando nos ponemos en la piel de una persona invidente: ¿tiene sentido la vida de un ciego?, ¿puede disfrutar de una vida plena? Si la respuesta no es sencilla en la sociedad actual, llena de avances que facilitan la vida y con una sociedad más concienciada, imaginad lo que suponía en el siglo XIX, cuando un ciego parecía irremediablemente condenado al aislamiento o a la mendicidad.
Los que dieron por imposible la literatura rusa o no se atrevieron a enfrentarse a ella, encontrarán en El músico ciego una obra accesible, tanto por su prosa (no excesivamente densa en comparación con la de sus antecesores) como por su extensión (poco más de doscientas páginas). Y los fascinados por la literatura rusa descubrirán, si es que aún no lo habían hecho, a Vladímir Korolenko, un autor menos popular que los anteriormente mencionados, pero igual de trascendental.