Cuando uno inicia la lectura de un libro con el fin de reseñarlo, suele hacerlo con unas expectativas previas que espera cumplir (aunque no siempre pase) para dar, a partir de ese momento, su valoración. Sin embargo, no son pocas las ocasiones que lo que incita a uno a iniciar una lectura es algo tan banal como un detalle en la sinopsis, la faja promocional o, simplemente, el diseño de la portada. Y dentro de este último tipo se encuadra el libro del que hoy vengo a hablaros. Porque seré sincero, si algo me hizo empezar la lectura de El naturalista fue su llamativa portada. Simple, pero efectista. No tenía background alguno del autor, ni tampoco suele ser el thriller mi género favorito, aunque últimamente haya tenido en mis manos varias lecturas con esta temática. Pero este género literario, en mi opinión, tiene un punto positivo que siempre valoro cuando empiezo a leerlos: si en veinte o treinta páginas no me engancha, lo suelo abandonar. Y en estas me vi yo hace unas semanas, empezando casi sin ganas una lectura nueva y dándome cuenta unas horas después que había dedicado gran parte de la tarde del domingo a esta historia de Andrew Mayne.
El naturalista está protagonizado por el bioinformático (profesión difícil de explicar) Theo Cray, que ve como la muerte de una de sus ex alumnas le convierte en el principal sospechoso de la policía. Sin embargo, todo queda aclarado cuando los investigadores determinan que la muerte de la alumna fue producida por el ataque de un oso. Pero este profesor no es solo una eminencia en su campo; también es una mente concienzuda y conocedora como pocos del mundo animal, y no queda satisfecho con la resolución oficial. Él sabe que la historia del ataque del oso no termina de cuadrar, y pese a no encontrar ayuda en la policía local, intentará desenmarañar esta complicada historia que irá arrojando nuevos (y viejos) asesinatos y varios quebraderos de cabeza para todos los protagonistas.
La historia de Andrew Mayne está llena de elementos que forman parte del imaginario colectivo que tenemos formado de la América profunda. Ambientada en Montana (uno de los Estados menos poblados del país), en El naturalista no faltan los hostales de carretera de dudosa reputación, los sheriffs de condado con poca profesionalidad y los restaurantes destartalados donde comer comida basura y beber litros de ese líquido negro que muchos yankees insisten en llamar café. Pero si algo hace que uno se enganche a la lectura es el personaje de Theo. Uno conoce a este personaje y duda si está ante una mente merecedora de cualquier Premio Nobel o ante un Profesor Bacterio que tiene la suerte de seguir vivo pese a sus estrambóticos inventos. Sin embargo, gracias a su cabezonería, se irá descubriendo un misterio que llevaba latente un buen puñado de años. Es cierto que muchos de sus métodos son bastante poco creíbles, pero cuando uno está disfrutando tanto de la lectura, es mejor relajar un poco el lado crítico y seguir disfrutando con la novela.
Andrew Mayne me ha sorprendido más de lo que esperaba con esta novela. El naturalista es un thriller que gracias a sus capítulos cortos consigue tener siempre enganchado al lector. El misterio está bien estructurado y dosificado, y un personaje como Theo Cray hará las delicias de muchos. Y quizá no sea una lectura que perdure en mi mente mucho tiempo, pero la experiencia lectura ha sido más que positiva.
César Malagón @malagonc