Reseña del libro “El náufrago del parque”, de Hugo de Andrés
Cuando uno se dispone a leer el tercero de los libros de una trilogía generalmente espera muchas cosas, especialmente porque reencontrarse con personajes con los que ha disfrutado es algo así como una reunión familiar, porque recuerda las tramas de las anteriores y se pregunta qué ocurrirá, en fin, seguro que saben de qué les hablo. Sin embargo hay algo que no espera, algo que me ha sucedido a mi, y es sorprenderse. Me he sorprendido por lo terriblemente adictiva que me ha resultado la lectura desde la primera página y no porque sea algo diferente de lo ocurrido con las anteriores sino porque uno de la familia espera pocas sorpresas y Víctor, Camacho, Luis, Noelia o Manu son ya como esos primos a los que uno no ve a menudo pero sabe desde el primer momento que va a estar a gusto como solo puede estarlo con quien tiene un pasado compartido y precisamente porque sabe lo que se va a encontrar, no porque vaya a descubrir cosas nuevas. Pero me he visto a mi mismo impaciente desde el primer momento, casi frenético y les aseguro que si tengo algo es que soy tranquilo, pero necesitaba saber qué pasaba después. Y eso, en una novela policiaca de trama, como es esta, es probablemente el objetivo que persiguiera el autor.
Si han leído las obras anteriores del autor, que son las otras partes de esta trilogía, estarán familiarizados con las características principales de este El náufrago del parque, unos personajes sólidos, una trama bien planteada, con sus giros y sus sorpresas pero sin estridencias ni argumentos inverosímiles, y un escenario inmejorable, el parque de Los Toruños, en Cádiz, que imagino un paraíso, tal y como está retratado en estos libros, aunque confío que con menos crímenes. Como les decía, en eso no hay sorpresas, El náufrago del parque es un digno continuador de los crímenes y de las sombras del parque, sus antecesoras, si acaso me parece que es incluso más redonda. Sabrán, además, que hay un rasgo diferencial con otras novelas del género menos ambiciosas, una reflexión sobre lo que somos capaces de hacer bajo presión, sobre la psicología de ese monstruo que llevamos dentro, si es que lo llevamos todos, y qué puede hacerlo salir a la superficie. También sabrán del interesante retrato de los trabajos policial y judicial, no sé si por realista pero sí por verosímil. Diría que en esta tercera entrega gana peso Camacho, el policía ya retirado que es un sabueso y representa el trabajo policial a la antigua usanza, el instinto por encima de la ortodoxia, sobre Víctor, el director del parque que era el principal protagonista de las entregas anteriores.
Si no lo han hecho, leerlas, les recomiendo que lo hagan, no porque esta novela no se pueda leer independientemente, que sí se puede porque aunque está plagada de referencias a las anteriores se explica todo lo necesario para entenderlas. Se lo recomiendo porque es muy divertido y si uno puede pasarlo el triple de bien no hay motivo para conformarse con una tercera parte.
Debería avisar la editorial que el libro tiene efectos secundarios, que uno siente la necesidad de conocer el parque, el escenario principal de esta novela, primero porque el escenario lo merece pero también porque el autor no solo retrata un lugar sino que nos muestra una pasión, la que invierten los responsables de parque en su gestión, y probablemente sepa de lo que habla si uno lee su perfil. Hay magia en ese parque y se contagia a las novelas que son historias muy bien contadas y además con naturalidad.
Podría detenerme en aspectos interesantes, algunos desde un punto de vista social como los efectos del narcotráfico en zonas no especialmente favorecidas, o también desde un punto de vista psicológico como la avaricia, las cosas que pueden hacer a veces las personas ante la perspectiva de ganar algo de dinero, lo fácilmente manipulables que nos hace eso, o incluso sobre la maldad, porque el malo lo es tanto que se cree invulnerable y da miedo pensar que está muy cerca de serlo, pero teniendo El náufrago del parque esas cosas, que las tiene pero diría que de forma natural, derivada de lo bien construidos que están los personajes, me permito por una vez recomendarla no por esas virtudes sino por el ritmo, por la trama, por la evasión que proporciona, porque le traslada a uno a un lugar idílico que merece la pena conocer (yo lo conozco únicamente a través de estas obras pero igualmente lo tengo entre mis lugares preferidos) y por ese vértigo incomparable que proporcionan las buenas historias policías bien contadas.
Andrés Barrero
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