Apenas tengo palabras para describir todo lo que me ha transmitido este libro, por lo que me va a ser difícil comenzar esta reseña. Hay veces que encuentras un libro en el que las palabras traspasan sus páginas y se cuelan en tu mundo, formando parte de tu vida y de tus acciones, haciéndote olvidarte de todo a tu alrededor. Pues este ha sido uno de ellos.
El niño que quería construir su mundo es una novela que se coló en mi vida como por casualidad. Cuando leí en su sinopsis la palabra “autismo” unida a la de “Minecraft” supe que no podía dejar pasar este libro. Y no me he equivocado. Esta no es una historia más sobre el autismo y cómo influye en las vidas de quienes lo padecen y en sus seres queridos. No. Va mucho más allá. Nos habla acerca de la paternidad, el matrimonio, las crisis existenciales y de quienes queremos ser. De nuestro proyecto de vida, tengamos la edad que tengamos.
Keith Stuart demuestra en casi quinientas páginas que sabe hacer magia escribiendo. Con una pluma ágil y maravillosa y con un ritmo pausado aunque lleno de vida nos conduce a través de la historia de Alex, un treintañero que se siente perdido ante la crisis en su matrimonio y la difícil relación con su hijo, a quien no entiende. Pero todo cambia cuando descubre Minecraft, un videojuego que, a pesar de que no se lo esperaba, cambiará su vida para siempre y la mejorará.
Nunca pensé que un videojuego (no soy muy aficionada a ellos…) me iba a llegar tanto en esta historia. Hasta me han entrado ganas de aprender a jugar. Es increíble cómo Alex y su hijo autista Sam conectan a través de este juego. Stuart también nos cuenta cómo empieza a entender el protagonista a su hijo, debido a su propia experiencia como padre de un niño autista, algo que le parece muy difícil desde el principio. Me ha parecido muy interesante que cuente tantas cosas sobre este trastorno psicológico que desconocía tanto y sobre el que la sociedad debería concienciar. El autismo no solo consiste en el miedo al mundo exterior y la obsesión por tenerlo todo controlado y planificado, va mucho más allá y muchas veces nos olvidamos de que son personas que tienen sus sentimientos, aunque no lo demuestren con frecuencia. Me ha encantado que esta novela sepa expresarlo tan bien y al final he cogido demasiado cariño al pequeño Sam, un niño que se ha ganado un hueco en mi corazón.
A pesar del número de páginas de esta novela, no se hace pesada en ningún momento sino todo lo contrario. Se respira ternura y mucho sentimiento a lo largo de más de cuarenta capítulos, mediante la historia que se va desarrollando entre Alex y su hijo Sam, al que trata de entender a través de cada uno de los pasos que da, y también a través de la crisis matrimonial de nuestro protagonista y de las relaciones que tiene y que va construyendo con sus familiares y amigos.
El niño que quería construir su mundo ha supuesto toda una sorpresa para mí. El autor logra conectar con el lector a través de una historia, tan real como la vida misma, que me ha ayudado a comprender más el autismo y sus consecuencias, en aquellos que lo padecen y en las personas de su alrededor. Además, me ha gustado mucho el personaje principal, un hombre de carne y hueso, con una historia detrás, muchas inseguridades y muchos problemas, y me he sentido identificada con él en todo momento.
La historia sin duda es muy real, creo que ayudaría a familias que tengan hijos con autismo a comprender mejor a sus hijos y más aún a las personas que no conocen mucho sobre el tema.Lo pondré en mi lista de próximos libros a leer.