¿Sabíais que las hormigas que generalmente vemos por la calle son hembras y machos estériles? ¿Y que las hormigas voladoras son normalmente machos fértiles? Curioso, ¿verdad? Reconozco que siempre me han fascinado las hormigas. Tan trabajadoras, tan constantes. Ordenadas y disciplinadas. Siempre en fila, hacia arriba y hacia abajo. Siempre con una misión. Pero para misión especial e importante, la de Max, el protagonista de El nuevo mundo y la corona perdida, de David Martínez Mey. Os llevaré a su colonia para adentraros en esta bonita historia.
Max, una hormiga obrera, ya no sirve para desempeñar su papel; pero se le abre el cielo cuando el general Preston le da un mapa y le encomienda una última misión: recuperar la corona perdida de la princesa Laya. A pesar de que esta nueva situación le resulta difícil de afrontar, Max saca todo el valor que hay en él para salir de su zona de confort y así demostrar al resto que todavía es útil y necesario. Sin embargo, ese viaje le deparará muchas sorpresas que cambiarán su vida para siempre.
Cuando leí la sinopsis, me llamó la atención que el relato estuviera protagonizado por una hormiga; pero no solo por eso, sino porque la hormiga ya no servía para trabajar como obrera. Ya no era útil. Y en una sociedad de hormigas, si eres obrera y no eres valiosa para el trabajo, no hay nada que hacer. Pero, ¿es justo? Si tenemos una enfermedad incurable, una minusvalía o nos hacemos mayores, ¿nos convertimos en unos marginados por nuestro entorno? ¿No tenemos derecho ni capacidad para seguir haciendo lo que hacíamos? ¿Para seguir siendo quienes somos?
Yo pienso que en cualquier tipo de comunidad o de sociedad, todos somos capaces de desempeñar un papel. Y si ya no podemos realizar una función o una actividad, seguro que tenemos otras habilidades. Muchas veces algo negativo en nuestras vidas nos abre las puertas a un nuevo mundo lleno de posibilidades sorprendentes.
Hay personas que son excesivamente dedicadas en su trabajo. Perfeccionistas y exigentes, siempre intentando hacerlo de la mejor manera posible para que las tengan en consideración. Max está dentro de este grupo, y después de toda una vida trabajando como el que más, cree que ahora es el momento de demostrar quién es y lo que está dispuesto a hacer por su pueblo, por su princesa.
El modo en el que está narrado este relato me ha recordado a un cuento clásico. Como si al leerlo volviera a una tarde de mi infancia cuando papá y mamá me leían un cuento. Por ese motivo, aunque todo el mundo pueda disfrutar de esta lectura, creo que está deliciosamente enfocado a los pequeños de la casa, que aprenderán mucho con este viaje.
El autor nos enseña a través de la figura de Max que no siempre los héroes son los jóvenes y guapos, fuertes y valerosos, sino que el poder de salir adelante y lograr lo que nos proponemos está en nuestra mente, en nuestra fuerza de voluntad. El miedo no está para ahuyentarnos, sino para ayudarnos a ser precavidos y a continuar nuestro camino con más seguridad y sabiduría. Max es constante, mantiene la fe y, a pesar de los obstáculos, se mantiene firme para alcanzar lo que ha venido a buscar.
El autor no se va por las ramas. Va directamente al grano al comienzo de la historia, de forma concreta y rápida, sin dejarse nada por el camino pero centrándose en lo que de verdad importa en este relato. Así, encontramos una primera parte que se desarrolla como una aventura llena de personajes extraños para Max. Luego, la aventura desemboca en un descubrimiento muy importante que marca los acontecimientos a partir de ese instante. Y por último, en mi opinión, para que una buena historia tenga un desenlace como es debido, no puede faltar la fuerza del amor. Y aquí también la tenemos.
Según vamos avanzando en la historia, Max nos muestra sus miedos. Se siente perdido en un mundo demasiado grande para él, un lugar que no le corresponde; pero a pesar de todo, debe hacer frente a sus temores con tal de conseguir su objetivo y llevar a cabo su misión.
En ocasiones, los mejores amigos son aquellos diferentes a nosotros; como ocurre aquí con Levi, el mosquito, y Neela, la abeja. Esos que encontramos en los lugares más raros, lejos de los nuestros, lejos de lo conocido. Y hay que ser muy valiente para alejarse tanto. Sobre todo cuando uno está enfermo. Bien lo sabe Max.
David Martínez Mey nos ofrece una narración delicada, elegante y sutil que llega de forma fácil y sencilla a nuestros corazones. El nuevo mundo y la corona perdida es una microaventura agradable, amena y emotiva que se lee en un momento. Una historia que nos demuestra que siempre hay esperanza aunque todo parezca perdido, siempre hay una luz que guía nuestro camino. Esa luz puede tener muchas formas. Esa luz puede convertirnos en nuestra mejor versión. Os aseguro que este cuento mágico repleto de sorpresas os hará reflexionar y ver, de ahora en adelante, a las pequeñas hormigas con otros ojos.