“Nunca entenderé por qué ciertas cosas que nos suceden pueden hacer mella en nosotros y convertirnos en personas diferentes. Estoy empezando a pensar que todo nos cambia en mayor o menor medida.”
¿Qué pasaría si todos nosotros hubiéramos vivido en nuestra infancia y adolescencia en un pueblecito de Alaska, sin apenas calefacción, comida y apenas lo necesario para sobrevivir? Sé que algunos de vosotros habéis podido vivir una situación similar, pero permitidme la generalización en este caso. A la mayoría de nosotros no nos ha faltado la comida y tenemos lo suficiente, incluso más de lo que necesitamos, para vivir adecuadamente. Y da rabia porque muchas veces no somos conscientes de lo afortunados que somos. Y es que parece que cada vez queremos más y más, que nunca nos conformamos. Y más en estas fiestas…
Por eso, cuando he leído El olor de las casas de los demás, he pensado que en el fondo todos sabemos lo que de verdad importa: las personas de las que nos rodeamos, con las que compartimos buenos y malos momentos, cómo aprendemos de nuestros errores y cómo somos capaces de, al final, perdonar los de los que más queremos. Porque de esto tratan las historias de este libro, de las pequeñas pero grandes cosas que nos hacen ser mejores personas y que conforman nuestros recuerdos.
Además, al ser narradas en primera persona, te ayudan a ponerte en el lugar de cada uno de los protagonistas. Ruth, Dora, Alyce, Hank, Jack, Buñuelo, Bunny y otros personajes, tan entrañables como diferentes entre sí, nos enseñan que no importa por lo que cada uno estemos pasando, que hay que plantarle cara a los problemas, sean cuales sean, porque siempre tendremos a alguien por quien merezca la pena luchar.
Sin embargo, no todo es tan fácil. A lo largo de la lectura nos encontramos con situaciones muy duras, provocadas por los malos tratos, la pobreza, la pérdida de la familia y los embarazos no deseados en la adolescencia. Pero ahí es cuando se alzan nuestros personajes, jóvenes y niños valientes, que no son héroes, ya que también nos muestran abiertamente su miedo. Pero nos demuestran a lo largo de las páginas que son capaces de enfrentarse a él, convirtiéndose en un gran ejemplo para todos los adultos.
Bonnie-Sue Hitchcock construye una historia con alma a través de una narración espectacular, con la que no me extraña que haya sido premiada, ya que también consigue entrelazar todas las historias de cada uno de los personajes con maestría y reserva más de una sorpresa para el final. A pesar de ser una novela infantil-juvenil, como yo la catalogaría, creo que es una novela perfecta para todo tipo de públicos que hace reflexionar y empatizar con cada una de las situaciones narradas.
Sin embargo, tengo que admitir que me ha sabido a poco. Las apenas 250 páginas con las que cuenta El olor de las casas de los demás no permiten profundizar como se debería y nos gustaría por lo relevante de la historia en los personajes, que no son pocos, y en sus problemas e historias. Creo que esta es la única pega que le puedo poner, ya que me ha sorprendido más de lo que pensaba.
Esta es de esas lecturas que llegaron a mi por sorpresa y como por arte de magia, ya que una amiga que me conoce bien me habló de ella con la certeza de saber que me iba a gustar. Y en efecto, no se equivocó. Este es de esos libros que te hace emocionarte, reír, llorar, que trae buenos y malos recuerdos y que te hace pensar cuando acabas de leerla. El olor de las casas de los demás es una lectura muy especial tiene el olor de la ternura, del primer amor, de las verdaderas amistades que construimos con inocencia cuando somos pequeños, de la familia, que tanta importancia tiene a cualquier edad. De aquello que vivimos en nuestra infancia que nos convierte en lo que somos en nuestra edad adulta.
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