Siempre me ha atraído una barbaridad la mitología. Me imagino a los romanos o a los griegos venerando a distintas deidades, con sus rituales y sus mitos, y no puedo evitar querer saber más. Como ya comenté en alguna reseña anterior, en Bachillerato estudié Latín y Griego y creo que, más que por el idioma, escogí esas optativas por las historias que escondían sus textos. En Griego teníamos que analizar unos cuantos textos que eran fábulas o escritos y que básicamente hablaban de mitología. Fue así cómo conocí a Medea, a Teseo, a Prometeo o a Ícaro. Y también conocí a Apolo, dios de la belleza y de la música y hermano mellizo de la famosa Artemisa. Pero cuando estudié la historia de Apolo, no podría haber imaginado que años más tarde, un señor llamado Rick Riordan, se inspiraría en sus peripecias para darnos una saga juvenil maravillosa.
Esta serie de libros se llama Las pruebas de Apolo y su primera parte es El oráculo oculto. A Rick Riordan ya le conocemos por otras sagas, como las protagonizadas por Percy Jackson o Magnus Chase, esta última basada en la mitología nórdica que ha publicado recientemente. Todas tiene una cosa en común: el protagonista es un dios o semidios, que vive en la Tierra y que tiene que cumplir una misión. En este caso, el libro que nos ocupa habla de Apolo, hijo de Zeus, que tras enfurecer a su padre es expulsado del Olimpo y enviado a la Tierra para llevar a cabo una serie de hazañas dignas de un dios griego.
Apolo llega convertido en un muchacho de unos dieciséis años, que no tiene los músculos de acero que solía tener, aunque viene complementado por un surtido de acné en el rostro. Es un chico patoso, no acostumbrado a los trotes de un dios y que, encima, no se puede alimentar ni de ambrosía. Aunque, visto de otro modo, el bacon no está nada mal. Conocerá a Meg, una niña que le ayudará a encontrar el Campamento Mestizo, que es el lugar donde se esconden los semidioses modernos y que serán su apoyo para derrotar a los monstruos que se le vienen encima.
Rick Riordan nos cuenta esta historia desde un punto de vista muy irónico. Me ha hecho mucha gracia que Apolo hablara como un chico de dieciséis años actual. Es muy gracioso y, no sé, podría definirlo como “refrescante”. El libro es muy divertido, pero además, entre chiste y chiste, enseña mitología. Mucha. Riordan entremezcla la historia que nos está contando con toda una retahíla de fábulas griegas que harán que, además de reírnos y entretenernos, aprendamos. Esto me ha gustado especialmente, ya que no se trata de una historia vacía que se queda en el olvido cuando cierras el libro, sino que si se lee con interés, se puede aprender mucho. Está enfocado a un público juvenil (por la manera en la que Apolo se expresa, los adolescentes pueden identificarse fácilmente con él) pero, como siempre digo, esto no significa que un público más adulto no vaya a disfrutar con este tipo de libros. ¡Liberémonos de los perjuicios de una vez por todas y leamos lo que nos dé la gana, cuando nos dé la gana!
Dejando de lado mi momento reivindicativo, me hubiera gustado hacer una comparativa entre El oráculo oculto y la saga de Percy Jackson, pero la verdad es que, aunque he visto alguna película del hijo de un famoso dios griego, no he leído los libros que llevan su nombre. Pero por lo que he estado leyendo en varias redes sociales, el nivel no baja y no decepciona. Y, para los fans de Percy, una buena noticia: aunque en esta saga el protagonista sea Apolo, puede que el neoyorkino se deje ver en más de una ocasión entre estas páginas.
No sé cuándo saldrá la segunda parte, pues hace apenas unos días que salió este primer libro a la venta, pero estoy segura de que sus fans estarán esperándolo impacientemente (entre los que me incluyo). Mientras tanto, Riordan nos va a calmar la sed de mitología continuando la saga de Magnus Chase, la que se basa en la mitología nórdica; así que para los que no podáis esperar a aprender y a bucear por los mundos mágicos de Riordan, quizá Magnus sea un buen compañero de viaje.