Reseña del libro “El origen del universo y otros secretos en la cueva de la ciencia”, de Jorge Bolívar
No tengo nada en contra de las cuevas. De hecho, son fascinantes. Pero si me dicen que por sacar la mejor nota en el examen más difícil de Ciencias Naturales, me van a meter en una, empezaría a sospechar. Será que leo demasiadas cosas turbias. Aún con todo, este título llamó en seguida mi atención: El origen del universo y otros secretos en la cueva de la ciencia, de Jorge Bolívar, publicado por el sello juvenil Toromítico.
A veces los físicos se aíslan del mundo para realizar sus experimentos bajo tierra y estos tienen mucho que ver con el origen del universo. Pero el profesor de ciencias y la directora del colegio de esta historia no tienen en mente abrir un equipo de investigación clandestino con niños de nueve años, por muy listos que estos sean. Lo que ocurre es que la cueva es mágica. Está llena de puertas que conducen a otros lugares en el espacio y el tiempo. ¡Incluso antes del propio tiempo! Los estudiantes, como en una película en 4D, pueden vivir de primera mano el Big Bang, la formación de galaxias, estrellas, planetas, agujeros negros y demás bailarines cósmicos interpretando la danza de la gravedad, y aprender de ella. ¡Ni tocándote la lotería! ¿A que ahora sí que merece la pena haber estudiado tanto?
Pero la aventura no se limita al espacio. Como una lupa que va ampliando el aumento y cambiando de materia a la vez, adultos y niños se dan un paseo por la geología del planeta Tierra para, en seguida, darse de bruces contra la biología. Primero rodeados de dinosaurios —por supuesto—, que resultan la excusa perfecta para hablar de los tipos de alimentación o sobre qué diferencias existen entre los animales y las plantas; e introducen con acierto a otro gigante, generalmente complejo y pesado, como es la evolución. Sin salir de la biología, pero solapando con la medicina y la química, en otras puertas descubren el cuerpo humano, las células… y todavía se atreven a llegar hasta el escalón más bajo, el del mundo de los átomos, donde se topan de nuevo con la física, cerrando un recorrido redondo donde lo más pequeño se parece a lo más grande.
Si extrajese las esencias literaria y científica de este libro juvenil y las colocase cada una a un lado de la balanza, sin duda vencería el lado de la ciencia. No importa si ocurre dentro de la narración o en el propio diálogo, esta aprovecha cualquier oportunidad para manifestarse, con lo que no dejas de aprender datos nuevos. Además, la historia tiene pequeños paréntesis a modo de recuadros donde se amplía la información, escritos en el mismo tono desenfadado que la narración. Sin embargo, existe un detalle magnífico que hace que se mantenga la tensión en esta aventura del saber. Dentro de la cueva, y pisándoles los talones, existe un ser que se alimenta del tiempo, dispuesto a hacerse con todos los niños si no son capaces de responder a cuestiones sobre las que han aprendido dentro de la cueva. A modo de repaso final. Y como novedad entre tantos cuentos edulcorados, las consecuencias son irreversibles. Se trata, nada menos, que de Monstruo Ignorancia.
Si por la parte de la historia fuera, podría haber tenido solo dos protagonistas. Un adulto y un niño. Ya que no importan sus historias personales ni sus nombres, más que el hecho de haber aprobado el examen. El que sean dos adultos y cuatro niños viene medido por el tipo de escenarios a los que se enfrentan, donde siempre tiene que haber disponible un adulto que explique, y en el número de preguntas y el tipo de situaciones a las que les somete Monstruo Ignorancia. Quizás forzando un poco el hecho de que sean dos niños y dos niñas, y un hombre y una mujer. Esta previsión de víctimas tiene sentido únicamente porque lo que prima es enseñar. La estructura sería sencilla de no ser por el toque especial que aporta el monstruo. Una metáfora en sí misma que puede llegar a dar más miedo que ver al monstruo frente a tus narices.
No es fácil captar el interés de los niños durante un tiempo muy prolongado, sobre todo si interpretan que se trata de un estudio disfrazado. ¿Pero por qué disfrazarlo si puede llegar a ser entretenido? A estas edades, lo que más les atrae leer son los libros de aventuras. El autor ha querido combinar este género con la divulgación en las 133 páginas que componen El origen del universo y otros secretos en la cueva de la ciencia. Lo que de primeras parece un acierto. Y si logran captar el doble sentido de lo que considero que es la estrella principal, Monstruo Ignorancia, tal vez estén más dispuestos a terminar las tareas antes de presentarse en el colegio con la mente en blanco.