Reseña del libro “El otro lado”, de Mariana Enriquez
Es difícil hoy separar qué es ser periodista cultural de un mero reseñista o bloguero o youtuber o como se les (nos) quiera llamar a aquellos que escriben sobre cultura en las redes. Las propias editoriales dudan a veces de tal separación y se valen de unos prescindiendo de los otros con el fin de ahorrar costes. Ahora, ¿y la calidad? Es más, el género en sí, ¿desaparece? Porque algo que debo poner de antemano es que la crítica cultural es un género por sí mismo. Sobre todo, si quien lo profesa son autores de la talla de Mariana Enriquez, quien no solo enriquece el relato sino que lo transforma hasta tal punto de no saber si lo que se está leyendo es otra más de sus narraciones breves. Para muestra este El otro lado.
Algo así he encontrado en este fascinante recopilatorio de sus artículos periodísticos donde Leila Guerrriero, editora de Anagrama y casi coautora de este mamotreto de 800 páginas, ha realizado un trabajo de hormiga reuniendo los artículos que conforman el libro. Lo ha hecho, y esto en palabras de la propia Mariana, con total libertad zambulléndose en pilas y pilas de revistas y fotocopias donde estaban impresos los originales de la autora argentina que publicó en publicaciones como el suplemento argentino Radar. El resultado es un compendio de crónicas donde Mariana Enriquez esbozó sus gustos musicales, conciertos que tuvo que cubrir, anécdotas con algunos de los músicos, artículos literarios sobre Bradbury, Le Guin, Neil Gaiman o temas fetiche de ella como lo vampírico y erótico en Anne Rice, Bram Stoker o Lovecraft, otros retratos más enfocados al modo de vivir bonaerense, algunas narraciones sobre cine, otras de sus mitos femeninos en torno a Sylvia Plath, Kate Moss o Nahui Olin… En fin, un buen puñado de temas de los que fascinan a la autora y hace que nos fascinen a sus lectores.
En la promoción del libro en Madrid, Mariana Enriquez conversó con la también periodista Desirée de Fez sobre el oficio que comparten. Más aún, en lo que les concierne, la parte cultural. Dejaron claro que está muy denostada, no por quienes la ponen en práctica sino por sus jefes. «Llegaron a decirme que mi trabajo no era del todo un trabajo porque eso de cubrir conciertos o ver pelis o leer algún libro para hablar un poco de ello lo hacía cualquiera». Tras leer El otro lado, no, no lo hace cualquiera en absoluto. No lo hacen además del modo en el que lo hace ella. Aunque reconoce no haberse querido dedicar a la literatura en el modo de novelista o cuentista, sino que lo suyo era el carácter periodístico lo que la empujó a ello, más concretamente cubrir un concierto de rock, sus artículos-relatos tienen un halo de ficción que recuedan a sus antologías de narraciones breves.
Los primeros artículos (aquellos que me dio tiempo a leer antes de asistir a la promoción del libro, ahora ya tengo todo el libro leído) giraban en torno a la música. En ellos, habla con una pasión y honestidad sobre Bruce Springsteen y lo que significa en Argentina, esto es, poca cosa en comparación con España, que uno se pregunta si lo próximo que debiera escribir Mariana no es sino una recopilación de reseñas sobre la discografía completa del Boss. Una gozada. También lo es su crónica sobre los Manic Street Preachers, una de sus bandas favoritas y por quienes movió cielo y tierra por cubrir su concierto en La Habana ya que en su mística esperanza, albergaba la idea de una aparición del miembro desaparecido (hasta hoy) Richey Edwards. No fue solo cubrir un concierto, era lo que significaba históricamente. Fue en el año 2000, meses antes del corralito. Ya se notaba que las cosas andaban revueltas y Mariana se gastó todo cuanto pudo por conseguir asistir al concierto de los Manic en La Habana y con Fidel Castro como espectador de honor en el recital. Es decir, pasión.
La pasión que en cada uno de sus artículos se siente. Ya sea para hablar del fallecimiento de River Phoneix y cuanto eso supuso a su entorno, o para darnos sentencias tan potentes como que a los escritores se les pida tener opiniones más válidas que las de cualquier otra persona cuando para nada, considera, es así, tal y como defendió la vez que le llevaron a la tele para hablar sobre feminismo o el consumo de drogas en los jóvenes. También muestra esa pasión para comentarnos lo conectado que está en literatura el asado argentino con la violencia política de su país, artículo potente cuyo cierre era este:
«Suelen preguntarme si un escritor argentino se ve obligado a hablar de la dictadura y de la violencia política en su literatura. Yo creo que no. Pero lo cierto es que la realidad ofrece tramas, escenas y metáforas que remiten a esos años todo el tiempo y todos los días».
El otro lado resulta una lectura espléndida para acercarse a una periodista sublime. Si la premisa en el periodismo es que quien primero llega a la noticia, lo cuenta, en el periodismo cultural es que quien mejor lo escribe, merece ser leída. O al menos, yo le doy esa idea, porque de este libro no hay un solo artículo que no haya disfrutado y aprendido y, remitiendo a la edición de Leila Guerriero, con tan buen ojo se haya recopilado para conformar un hilo conductor magnífico para ser leído.