Reseña del cómic “El pacto”, de Paco Sordo
¿Qué? ¿Qué te parece? ¿Has visto la portada? ¿Te suena, verdad? Reconoces el diseño, la tipografía, el estilo, los colores… Te ha llevado de vuelta a la infancia, o tal vez a la adolescencia. ¿Sí? Entonces es que ya no eres joven. ¿Treinta y cinco? ¿Cuarenta? Tampoco mucho más, ¿no? ¿O te estás quitando años? Claro que sí. Lo recuerdas perfectamente. Anda que no has leído Mortadelos, Zipis y Zapes, el botones Sacarino, Carpanta, Rompetechos, Pepe Gotera y Otilio…
¿Te cuento algo? Nunca me hizo gracia Mortadelo y Filemón. Ni la más mínima. Un humor que te lo explican ya desde la portada, no sé, es como para tontos. A mí de todos los que me vienen ahora a la cabeza, el que más me gustó siempre fue Superlópez. Pero todos me hacían feliz sin ser yo consciente de ello. Y todos los que he nombrado habían salido de Bruguera. Si Marvel es conocida como La casa de las ideas, Bruguera sería su equivalente español. Purita Campos, Víctor Mora, Jan, Escóbar y tantos otros… Sobre todo Ibáñez y Vázquez.
Este último, Vázquez, es el que nos importa. El que cortaba el bacalao en Bruguera, el que hacía la pasta durante una época, y uno de los personajes de El Pacto, un cómic que es un derroche de arte lo mires por donde lo mires. Ya solo por la portada, con ese icónico diseño de las Grandes Novelas Gráficas y el cabezón de enorme nariz redonda y aspecto enfadado, merece ser comprado este cómic.
¿Pero de qué va todo esto, que ya llevamos media reseña y no hay aún ni media palabra del contenido? Nos situamos en Barcelona, en 1957. Miguel Gorriaga se dirige a las instalaciones de Bruguera con unas tiras de su creación para que la editorial le fiche. Por lo visto, no es su primer intento en la casa del gato negro, y el director González le dice claramente, otra vez, que no. Que está muy verde, que lo que busca son autores como Vázquez, autores que imiten su estilo, que es el estilo de la casa (porque les hace entrar pasta a raudales).
Gorriaga no se desanima pero tras garabatear cientos y cientos de cuartillas llega a la conclusión de que es incapaz de igualar a su idolatrado dibujante. ¿Qué va a hacer? Evidentemente, llega la única conclusión posible dentro de una mente algo perjudicada y no le queda más remedio que secuestrar a Vázquez. Será ahí, durante el cautiverio, cuando ambos lleguen a pactos. Si le hace tantas páginas, le da tabaco. Si le hace otras tantas, le da vino…
Así, con las páginas hechas por un Vázquez cuya ausencia no llama la atención pues es algo habitual en él, Gorriaga consigue por fin entrar en nómina en la editorial (aunque el tema económico no era ninguna preocupación), hacerse un nombre y codearse con los compañeros de la casa.
De vez en cuando se intercalan, como si se tratara de un documental acerca de un personaje real, testimonios de dibujantes de la época, autores de biografías de Gorriaga o de la propia editorial, el famoso coleccionista Carlos Areces (prologuista de este cómic) o incluso el mismísimo Ricardo Esteban, editor de Nuevo Nueve.
La historia está muy bien narrada, tiene los puntos de drama y humor que la trama pide y la resolución final es muy eficaz. Puede que a alguien le pueda parecer poco original, y puede que hasta tengan razón, pero no importa. En El pacto, lo realmente importante es el arte, que lo es todo y aparece por doquier con todo detalle (portada, lomo, interior…) Los dibujos planos y bidimensionales (y con peculiares narices), la tricromía (repartida entre el naranja, el blanco y el negro o entre el rojo, blanco y negro en su mayoría), el entintado que se sale aposta de las viñetas… Todo para emular con éxito el estilo de los antiguos tebeos y hacernos sentir que volvemos a tiempos mejores y felices en donde leer cómics era el placer natural.
Hayáis vivido o no esos tiempos en los que Bruguera era sinónimo de tebeo, El pacto es un cómic que todo amante del noveno arte debe tener en su casa. Un lujo a precio de ganga que la editorial Nuevo Nueve ha cuidado con muchísimo mimo y detalle.
Joder, si es que ya solo la portada está diciendo lo que decía Rodolfo Langostino: llévame a casa.
Hacedme caso: si este año solo queréis o podéis comprar un cómic, que sea este, porque compraréis no solo un cómic, sino también sensaciones, recuerdos, sonrisas… La primera novela gráfica de un autor, que os dejará con el culo torcido.