Reseña del libro “El pagaré”, de F. Scott Fitzgerald
Todos los gremios tienen sus miserias y sus vicios, incluso aquellos que por fuera parecen más glamurosos. El mundo del libro, por supuesto, no es ninguna excepción, y los que están dentro conocen a la perfección las trampas y los peajes que esconde la industria de la letra escrita detrás de su culta y refinada fachada.
El pagaré, de F. Scott Fitzgerald, es precisamente un delicioso ajuste de cuentas con el sector editorial del famoso autor de Suave es la noche y El gran Gatsby. Escrito originalmente en 1920, este relato permaneció inédito hasta que la revista New Yorker lo rescató en 2017, y a nosotros nos acaba de llegar al castellano en forma de librito de la mano de Nórdica.
En él, un editor que se declara desde las primeras líneas un enamorado del dinero acomete la publicación de lo que piensa que será un éxito asegurado: las memorias de un antiguo médico que, convertido en investigador de lo paranormal, afirma entre otras cosas haber sido capaz de comunicarse con su sobrino muerto. La tirada asusta: trescientos mil ejemplares a disposición del público americano. Con el libro recién salido al mercado, emprende el viaje en tren desde Nueva York a Joliet, Ohio, para compartir con el autor las primeras impresiones y, sobre todo, asegurarse de que no se va la competencia. Pero el destino le reserva una desafortunada sorpresa que hará que sus intenciones, su nuevo súper ventas y toda su carrera queden al borden del precipicio.
Esta caricatura ácida de F. Scott Fitzgerald sobre el mundillo, extensiva a la cultura en general, no ha perdido una pizca de vigencia un siglo después. Los resultados mandan más de lo que parece, la opinión pública encumbra ídolos para luego enviarlos a los infiernos al primer desliz y, sobre todo, se trata por todos los medios de que la verdad no arruine una buena historia. Más allá de la crítica, El pagaré resulta sumamente divertido: es un enredo simpático, digno de cualquier escena de los hermanos Marx, que se termina con una agradable sensación de ligereza (no llega a las sesenta páginas) y al mismo tiempo de que a nuestro ya querido editor le han pasado una increíble cantidad de peripecias para lo breve del volumen. Aparte de la historia en sí, la edición que nos llega está tratada con mimo, con detalles como haber rescatado para la portada la ilustración de Seth para el New Yorker que lo acompañó en su primera publicación en inglés.
Como dice la solapa acerca de la colección de minilecturas de Nórdica en la que aparece, El pagaré se disfruta “en el tiempo que dura una película de cine por el precio de una entrada”. No voy a ser yo quien aparte a los lectores de las salas, pero es verdad que por lo que cuesta este librito (menos de diez euros, cinco en e-book) se me ocurren pocas maneras mejores de pasar la tarde y pocos regalos que le vayan a hacer tanta gracia a nuestros amigos y amigas editoras, correctores, traductoras y aspirantes a escritores.