Se me ocurre que para tratar sobre un libro tan psicológico como este El papel amarillo de Charlotte Perkins Gilman, remita antes a algo que he estado leyendo a raíz de esta obra. He visto en algunos artículos y revistas de ciencia y psicología los efectos que causan en nuestras emociones los colores. Indagué en concreto los que ocasiona el amarillo. La agresividad y fuerza que desprende crea en quien se ve envuelto en este color irritabilidad y ansiedad, altera el sistema nervioso y aumenta su agitación y estabilidad emocional. Somete a la persona a un estado crítico del control de sus facultades, elevando así el juicio y análisis sobre lo que le rodea y sobre sí mismo. En fin, les lleva al límite de sus emociones. Y un último pero en absoluto insignificante detalle, el amarillo es un color nada emocional, ligado a lo racional y no al corazón. Para la autora de este impactante testimonio, Charlotte Perkins, que escribe desde y con el corazón dejando a un lado la racionalidad, este último apunte sobre los efectos de este color resulta del todo significativo.
El papel amarillo fue un relato publicado en 1891 sobre el descenso a la locura de su personaje protagonista. La heroína de este relato es llevada por su marido, médico, a un viejo caserón aislado y algo alejado de la carretera donde deberá pasar un tiempo de reposo para sanar sus emociones. Es despojada, por recomendación médica, de su única fuente de creatividad y vitalidad: la escritura. Durante su estancia y su cura, no podrá escribir ni leer, solo descansar. El chirriante papel amarillo que empapela la estancia infantil donde ha sido encerrada hace aumentar, a medida que avanza el tiempo, su inestabilidad psíquica.
Todo el testimonio de la heroína que crea Charlotte Perkins es también una biografía transversal de la propia autora, quien sufrió una fuerte depresión y se vio sometida al aislamiento y encerramiento forzado en un centro psiquiátrico. Y, además, este relato sirve para poner sobre la mesa un mensaje vigente acerca de la discriminación de la mujer en la sociedad. ¿De qué modo? Silenciándola y aislándola. La mujer es encerrada y alejada de cualquier contacto con la sociedad y se le prohíbe escribir, por tanto, se le despoja de su voz. Charlotte crea un magnífico manifiesto de desobediencia al permitirle a su heroína relatar su infierno en un diario, aunque sea a escondidas. También, este testimonio sirve de contraposición frente a la habitación propia para las mujeres que reclamará Virginia Woolf, ya que la protagonista es encerrada en el cuarto destinado a los niños, lo que simbólicamente representa la pérdida de la edad adulta de la mujer y el regreso forzoso al sometimiento y vigilancia de una figura adulta y patriarcal.
Con todos estos detalles, el asfixiante relato que nos ofrece Charlotte obliga al lector a no soltar el libro y a sentir cada suspiro de la protagonista, a tocar y rasgar ese inquietante papel amarillo que decora la estancia. El dominio descriptivo de las emociones consigue que este corto pero intenso testimonio se convierta en una lectura que te atrapa y te sumerge en aquel cuarto. Poco después de su polémica publicación fue muy criticado, hasta el punto de decir que incitaba a la locura. La propia autora aseguraba que «no intentaba enloquecer a la gente, sino salvar a la gente de enloquecer, y funcionó». Una muy buena obra que llega en una edición ilustrada por María Picassó i Piquer, traducida por María Ermitas Barrasa Rodríguez y prologado para una mayor comprensión del contexto en el que fue publicado el relato por Lourdes Ilian Crespo. La edición de Editorial Bestia Negra incluye, además, el texto original en inglés y una carta de Charlotte Perkins donde explica qué le motivó escribir este sensacional El papel amarillo.