Me paso el día corrigiendo novelas, leyendo y escribiendo. ¿Cabe alguna duda de que me apasiona el lenguaje? Por eso, se me van los ojos detrás de cualquier libro sobre el tema. Mi última adquisición ha sido El pequeño libro del lenguaje, de David Crystal, un reconocido lingüista.
A mí siempre me ha fascinado cómo los niños aprenden a hablar, así que me encantaron los primeros capítulos de El pequeño libro del lenguaje, en los que se explica el proceso. ¿Sabías que esa forma tan característica de hablar a los bebés se llama maternés y que es la que asienta las bases para que se desarrolle el lenguaje? David Crystal nos cuenta cómo se pasa de los sonidos ininteligibles a la construcción de frases con sentido, y hasta explica el funcionamiento del aparato fonador, crucial en este proceso.
Tras contar el viaje individual que hace cada persona para aprender a hablar, David Crystal se centra en cómo se aprende a leer y a escribir. Nos cuenta en qué consistía el cuneiforme, el primer sistema de escritura, cómo evolucionó hasta los sistemas que usamos hoy en día y cómo la era de internet ha supuesto una nueva transformación. Y dedica un merecido capítulo a la lengua de signos para demostrar lo compleja que es y cómo varía de un país a otro.
Al ser estadounidense, el autor pone muchos ejemplos de las variaciones del inglés en Estados Unidos, Gran Bretaña, Australia o Canadá, lo que resultará especialmente interesante a aquellos lectores que dominen o estén aprendiendo este idioma. Pero también se han incluido numerosos ejemplos en español y hasta menciona el origen del euskera, el último idioma superviviente antes de la llegada de los indoeuropeos, que supuso un punto de inflexión.
Entre las curiosidades que David Crystal nos cuenta con grandes dosis de humor, está el origen de algunas palabras y nombres de lugares, pero también otras tristes, como que una lengua muere en el mundo cada dos semanas, aproximadamente, y que en los próximos cien años desaparecerán la mitad de las lenguas que existen hoy en día. Afortunadamente, también dice cómo evitarlo.
El pequeño libro del lenguaje dedica capítulos al tono, a los acentos, a los dialectos, a la corrección política y a los múltiples aspectos que conforman el lenguaje. En consecuencia, recorre las ramas de la lingüística (fonética, gramática, semántica, sociolingüística, psicolingüística, lingüística histórica…) para poner de relieve su importancia y su utilidad en el día a día.
Gracias a este amplio recorrido, nos hace entender que el lenguaje no solo sirve para comunicarnos (¡como si eso fuera poco!), sino para expresar sentimientos, desarrollar ideas, sustentar identidades y divertirse, jugando con las palabras y los dobles sentidos. Es la herramienta más valiosa del ser humano, pero también un gran peligro cuando se retuerce para manipularnos.
Me ha llamado la atención de se presente como una lectura destinada a jóvenes, pues esa etiqueta puede echar para atrás a más de uno. En mi opinión, El pequeño libro del lenguaje es ideal para cualquier lector curioso tan enamorado del lenguaje como yo, incluso para que los que lo menosprecian aprendan a valorarlo.