El pintor de batallas, de Arturo Pérez-Reverte
Dos ojos de color esmeralda abiertos en una expresión que recorrió el mundo. El retrato de la mujer afgana fotografiada por Steve McCurry, en la muestra, impacta como lo hizo por primera vez en la revista National Geographic. Esa portada se repetiría décadas más tarde, cuando el fotógrafo encontró a la mujer, ya adulta y con signos de desgaste propios de una vida golpeada por la guerra. McCurry, como tantos otros, se dedica al fotoperiodismo. Y pensé en él mientras leía El pintor de batallas de Arturo Pérez-Reverte.
Faulques es un ex fotógrafo de guerra que ahora se dedica a pintar un mural en los confines de su torre que se localiza en una zona privilegiada junto al mar que permite ser observador en primera fila de las salidas y puestas del sol. Pero esa belleza que parece tocar los primeros párrafos de esta novela, se va cayendo a pedazos mientras el lector va y viene entre el pasado y el presente de este pintor.
Su mural es un conjunto de experiencias del pasado, de batallas presenciadas y personas desgarradas que parecen vivir en la conciencia de Faulques. Simulando indiferencia, coloca cada línea, cada tonalidad como si nada de lo que estuviese ahí hubiese sido parte de su vida. Un hombre del pasado, alguien que lo ha buscado durante años, se encargará de provocar la reconstrucción de toda esa historia que el pintor ha dejado guardada, evitando, bajo la alfombra.
Pero el recuerdo de una mujer es quien puebla y aflora los pensamientos y sentimientos de Faulques. Olvido, esa mujer que –como bien dice él- no le hace honor a su nombre. Este hombre del pasado presiona pero también le otorga el otro lado de las cosas, de lo que el fotógrafo no puede, no quiere o no se atreve a decir. Porque su rol en cada guerra que presenció debía distanciarse de cualquier tipo de sentimiento y su deber lo ajustaba a la línea de la objetividad, del observar las cosas desde afuera, a través de la lente de su cámara.
Es la primera novela de Pérez-Reverte que leo. ¿Si me gustó? Claro que sí. Su escritura parece arrojada a la hoja, como si le saliera con toda facilidad cada palabra que escribe. Seguro así sea. Su vocabulario tan amplio y atractivo, se destaca en cada línea que se lee. La historia tiene poder, no sólo cubriendo los sentimientos básicos sino también colocando esos pensamientos encontrados que, al menos a mí, me generan en relación a los corresponsales de guerra. Admiración sí, pero también sabiendo que su papel en la guerra es observar y no involucrarse. Al menos, eso es lo que intentan para contar la historia de la manera más cercana a la realidad.
Si reconozco que hubo algún que otro momentito en que la lectura del libro se me hizo pesada. Quizás acá sea una situación más personal pero el abuso de escenas entre Faulques y Olvido donde se explotaban diálogos demasiado cargados de frases pomposas –y con pomposas me refiero a esas palabras que dudo mucho que la gente las diga en esos momentos, que suenan tan de película- y me generó cierto aburrimiento por ser inverosímil.
Eso queda pequeño, de todos modos, frente a la magnífica mano que tiene Pérez-Reverte para escribir y contar una historia que va y viene. Personajes que se encuentran y se sitúan en una presión de recuerdos dolorosos para hallar respuestas a las preguntas que se abren de la lectura de ese mural que Faulques se encuentra pintando.
Muchas de esas fotos que les valen premios a los fotógrafos, recorren miles de portadas. Combinan valentía, horas hasta encontrar la oportunidad, mucha técnica y un gran ojo para saber en qué momento hacer click para tomar la fotografía. Pero sólo ellos ven todo lo que sucede alrededor y McCurry es uno de los tantos Faulques que hay repartidos en el mundo en busca de la instantánea perfecta.
Rosario Arán (rosearan@librosyliteratura.es)
Vaya, has empezado fuerte con Pérez-Reverte. Posiblemente con una de sus obras más negras (aunque ahí se da la mano con La Reina del Sur) y más personales (aunque ahí también se da la mano con Territorio Comanche).
Es un libro que deja cierto sabor amargo en la boca al terminar. Cierto descanso por dejar en la estantería un libro que en cierto modo te ha hecho sufrir, porque es oscuro. Pero muy bien escrito y bien hilado, como todo lo que sale de la mano de Pérez-Reverte.
¡Tu reseña me ha traído recuerdos, Rose!
Nos leemos 😉
Suscribo el comentario de Francisco; solo alguien curtido en mil batallas literarias puede apreciar a P.R. en toda su faceta humanista si se le ha conocido por esta novela, pero si has salido indemne no pierdas tiempo y programate en la agenda abordar el resto; eso si deja espacio entre cada obra porque no hay tantas y es un palo que se acaben.
Leí este libro en el verano de 2008, en la playa en San Sebastián y me gustó muchísimo. Es cierto que es muy duro y negro, pero al mismo tiempo que hace sufrir, engancha mucho. Muy recomendable. Muchos besos.
Perez Reverte es un autor sobradamente conocido, esta novela por lo que cuenta esta dentro de la linea del autor, y sera una novela digna de leer
Un saludo
Me gustan estos primeros libros de Pérez Reverte, esos que escribía antes de convertirse en “dios”.
La reseña… Estupenda!
Un besico!
Gracias a todos sus comentarios!
Ya veré cuando conseguiré Territorio comanche porque parece que es el libro que me puede interesar de él.
Parece que los primeros libros son los que generan mayor admiración y acuerdo entre todos.
Muy interesante su sitio. Leandro.
http://hastalapalabrasiempre.blogspot.com/
Me encanta Pérez Reverte. Desde que leí su obra “El Club Dumas” soy un fan incondicional…
No sé muy bien por qué, pero todavía no me he decidido a leer a Reverte. Reconozco que puede tratarse de cierto prejuicio hacia su persona-personaje público, porque el caso es que en sus artículos se distingue enseguida su talento como prosista. Creo que habré de probarlo a no mucho tardar. Un saludo!
Los reparos a comulgar con un autor y con su obra provinientes del conocimiento que tenemos por sus apariciones públicas son inherentes a nuestra percepción humana pero no deberían de ser motivo para acercarnos o alejarnos de su obra, aunque sea difícil la disociación.
De P.R., abote pronto y no para sentar cátedra, clasificaría su obra en tres grandes bloques: el de contador de ficción (sus primeras novelas, p.e. El Club Dumas) el de contador de realidades (sus últimas obras donde deja gotas biográficas vividas o conocidas ya sea en primera o en tercera persona, p.e. Territorio Comanche)y el de crítico social (sus artículos periodísticos agrupados en varios libros).
Me gustan sus tres caras, porque cada una es complementaria de la otra y porque dejando aparte su carácter público (pocos deben conocerlo en privado), que pueda gustar o repeler, es un magnífico prosista y nadie al que le guste la buena literatura debería dejar de leer al menos una novela de cada estilo. De verdad de la buena que no defrauda.
Totalmente de acuerdo con tu razonamiento, compañero. Tomo nota pues de tu recomendación.
Un saludo!
Leandro:
Muchas gracias por tus palabras y me alegro que te haya gustado LYL.
Libro Antiguo:
Pues que bueno encontrar un autor del cual puedas fanatizarte leyendo toda su obra!!! Peréz-Reverte puede sentirse seguro cada vez que publica un libro con tantos seguidores!
Iván:
Pues veo que tu compatriota genera esta dicotomía…algunos lo quieren, otros no se animan por el hecho de ser un hombre tan público. Pero si, realmente tiene un poder con la palabra que se entiende porque está en la posición en la que está.
Interrobang:
Este tipo de reflexiones son las que más disfruto cuando escribo una reseña. A ver que le genera a los demás, ya sea el autor o el libro.
Gracias a todos por comentar!