El poder en el bolsillo, de Jorge Elías
El periodista argentino Jorge Elías se preguntó un día qué llevarían en los bolsillos aquellos que dirigen los destinos del planeta y comenzó a preguntárselo. Desde Bush a Hugo Chávez, José María Aznar, Lula, Álvaro Uribe, Néstor Kirchner y en fin, muchos más. No me extiendo en el listado porque la generalidad de los entrevistados confiesa lo mismo, no acostumbran a llevar nada. ¿Por qué habrían de llevar algo si en los bolsillos se suelen llevar objetos útiles para cubrir necesidades de la vida cotidiana? Necesidades que ellos no tienen. Metafóricamente muchos de ellos se llenan los bolsillos pero en la práctica se vacían y con ello Jorge Elías ha encontrado una metáfora perfecta del distanciamiento de la clase política con la ciudadanía a la que gobierna y con la realidad que en la que deberían estar inmersos.
Hay honrosas excepciones, no podría ser de otra manera, pero en El poder en el bolsillo encontramos un catálogo de bolsillos vacíos, sin dinero, sin llaves, sin teléfono tan ilustre como que cubre gran parte de los dirigentes de europa y américa de los últimos años. Pero por brillante que sea la metáfora y loable el atrevimiento de Jorge Elías por atreverse a lanzar una pregunta que en el mejor de los casos al entrevistado le suena peregrina, las respuestas no bastan para llenar un libro, y las reflexiones al respecto, no por interesantes menos evidentes, tampoco.
Pero el autor ha escrito un libro, y uno bueno además, de forma que en El poder en el bolsillo, que bien podría haberse subtitulado el bolsillo del poder, hay más cosas. Esta obra es en realidad una colección de anécdotas a la vez que una recapitulación de los hechos relevantes de la política de nuestra época que sirven de base a una reflexión objetiva, que no imparcial, y brillante con la que Jorge Elías pone al descubierto muchas de las vergüenzas de una realidad que no por intuida o conocida no es menos ajena que la nuestra a los protagonistas del relato. Y la hemos vivido, o hemos vivido las consecuencias, pero a poco que uno sea una persona que trabaja para vivir y se mantiene fiel a una serie de principios que son los que al menos formalmente sirven de sustento a los sistemas democráticos actuales, le tiene que ser afortunadamente ajena, porque mientras no asumamos como naturales las fallas del sistema y las consecuencias indeseables de eso que ha dado en llamarse la erótica del poder, hay alguna esperanza.
He dicho que las reflexiones de Jorge Elías son objetivas, pero no imparciales. Esto es un elogio porque su parcialidad no es ideológica ni partidista. Es parcial porque es demócrata y habla de cosas que se compadecen mal con los principios fundacionales de las democracias. Habla de excesos, habla de ignorancia, habla de despilfarro, habla de abusos, habla de guerras, habla de golpes. Habla, en fin, nuestra historia reciente.
También cuenta escenas de gobernantes sin focos en los ojos, sea porque en ese momento no los hay o porque ya no son objeto de atención de los mismos. Muestra facetas de la personalidad de muchos de ellos que nos hacen verlos más humanos, aunque no necesariamente mejores. Reflexiona Jorge Elías en El poder en el bolsillo con frecuencia sobre el aterrizaje en la vida tras el abandono del poder, y debemos concluir que no acostumbra a ser sencillo, que el trance de tener que llenar de nuevo los bolsillos y recuperar las habilidades, rutinas y mecanismos necesarios para afrontar una vida normal (cuando ello es necesario, porque hay quien únicamente se llena los bolsillos de billetes) es especialmente doloroso para estas personas.
Finalmente, resulta interesante la estructura elegida por Jorge Elías para compartir con nosotros sus reflexiones y sus investigaciones, el fruto de una vida de trabajo. Con un tema central en cada capítulo que actúa como hilo conductor, el autor deja que sus pensamientos divaguen libremente y nos lleven de una asociación de ideas a otra, siempre enhebradas en ese estructurador hilo central, lo que dota de un gran ritmo al texto y hace más digerible lo leído. No es un libro de llevarse las manos a la cabeza porque mal que bien, y esto es triste, se lleva uno en realidad pocas sorpresas, pero sí es un libro para llevarse las manos al bolsillo y comprobar que allí dentro se mantiene intacto el vínculo entre vida y realidad. Ojalá lo leyeran quienes tienen o quienes tendrán el poder en el bolsillo, aprenderían que por mucho que éstos se llenen de poder no dejan de caber otras cosas, humildes si se quiere, pero importantes: para no perder el norte no hay mejor brújula que pagar el café, abrir la puerta o conducir el coche. Mejor les iría. Mejor nos iría a todos.
Andrés Barrero
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