El poeta, de Michael Connelly
No. El poeta no es la mejor novela de Michael Connelly. Ni siquiera es la mejor de su héroe periodista, Jack McEvoy, menos conocido y menos explotado que el policía Harry Bosch; ésa es, en mi humilde opinión, El espantapájaros. El poeta fue publicada por primera vez en 1996, y, aunque no es mucho tiempo para una novela contemporánea, a ésta se le notan las arrugas.
En ocasiones, se le notan mucho. ¿Recuerdan cuando nos conectábamos a Internet quitando la clavija del teléfono? ¿De cuando nos peleábamos en casa para ver quién usaba la línea? ¿De cuando Internet parecía una cosa muy rara que sólo usaban los antisociales y aquellos que tenían algo que ocultar? ¿De cuando no había wi-fi ni nos lo imaginábamos, y uno no sabía cuándo ni dónde iba a poder conectarse otra vez si se salía de su hábitat normal? Bien, pues todo eso está reflejado en El poeta. No es que sea un impedimento para disfrutarla, porque no trata de un internauta pionero y de sus problemas, sino de un periodista a la caza del asesino de su hermano gemelo. Incluso puede hacer gracia ese vistazo a nuestro pasado reciente, que nos hace constatar, una vez más, eso de que los tiempos avanzan que es una barbaridad. La ambientación no es antigua, sino moderna, pero de una modernidad que ya se ha quedado vieja, lo cual hace que la historia parezca no encantadoramente anciana, sino carrozona. Olvidaba añadirlo, pero no: ni Jack McEvoy ni ninguno de los protagonistas tiene móvil.
Pero que los árboles no nos impidan ver el bosque. Y el bosque no es otra cosa que una historia policial como sólo Michael Connelly sabe urdirla y escribirla; de un modo adictivo, rico en detalles y en curvas y revueltas, en pistas falsas, en sospechas y suposiciones que podremos sustentar y descartar a medida que avance la trama. Ésta comienza cuando aparece muerto de un disparo el hermano de Jack McEvoy, Sean, policía de profesión y, al parecer, obsesionado por un caso brutal de asesinato que no se ha podido resolver. Jack no está de acuerdo con el veredicto de suicidio, y decide investigar por su cuenta.
Según avance la trama iremos encontrándonos con ambientes y personajes muy típicos de Connelly. Hasta los secundarios adquieren una corporeidad propia, mucho más rica que en la mayoría de novelas policiacas de las últimas décadas. Connelly se detiene en episodios y pasajes que luego, cuando terminemos de leer la novela, se revelarán como maniobras de despiste o, sencillamente, pequeñas historias de suspense autoconclusivas que hacen que la lectura de esta novela sea un ejercicio ameno y satisfactorio.
No, no es la mejor novela de Connelly, ni mucho menos. No las he leído todas, pero aun habiendo leído una decena he encontrado varias que son mejores que El poeta. Mejores como historia, como fruto de una planificación, como narración, como desenlace. Historias cuyos finales lo atan todo bien atado, historias que dan mejores respuestas. El poeta es una historia cuyo transcurso funciona muy bien, pero que decepciona un poco en su desenlace.
Con todo, resulta una lectura muy entretenida y merecedora de nuestra atención. Por otro lado, es de agradecer la valentía del autor al tratar un tema tan escabroso como la pederastia, ante el cual otros muchos autores, incluso los más inescrupulosos a la hora de narrar otro tipo de atrocidades, retroceden pusilánimes. No es un tema muy frecuente en la literatura policiaca, a pesar de ser tristemente real.
Y otra cosa más: El poeta es un Connelly. Aun no estando en su mejor momento, Michael Connelly es uno de los cinco mejores autores actuales de intriga y de procedimiento policial. Cualquier aficionado a este género debe o debería poner un Connelly en su vida en algún momento, y bien podría ser El poeta.