Esta reseña contiene spoilers de La ciudad de las sombras.
“Era como si todos los silencios con los que había tratado de envolver aquel dolor se convirtieran en cuestión de segundos en un torrente de lágrimas.”
Es increíble cómo algunas historias, escenarios y personajes se quedan con nosotros, en el fondo de nuestras mentes y corazones, incluso años después haber leído las novelas. Y si algo tienen en común las de Victoria Álvarez es que, en mayor o menor medida, provocan este sentimiento en el lector. Conmigo, al menos, lo ha conseguido. Es algo que siempre menciono en mis reseñas de esta autora. Y es algo que, de nuevo, me ocurrió después de leer La ciudad de las sombras, la primera parte de esta trilogía, que me recordó tanto a su primera trilogía: Dreaming Spires.
En esta ocasión, el personaje principal es más joven, alocado, sarcástico y divertido, y quizás tiene un halo menos dramático y oscuro, pero no menos adulto. Helena es de estos personajes que saben cómo hacerse un hueco en tu corazón y hacerte reír y sufrir a partes iguales. Y si bien es cierto que en muchas situaciones del primer libro no estuve demasiado de acuerdo con ella o no conseguí empatizar, en este podemos ver un lado de ella mucho más humano. Se comienza a permitir debilidades que no se permitía anteriormente y nos muestra sus miedos y esperanzas más profundas, sobre todo en lo referente al amor. Y debo admitir que esta es una de las cosas que más me han gustado, pues siento que por fin he comenzado a conocerla y he sentido su evolución capítulo a capítulo.
Sin embargo, no es la única evolución que he observado en esta segunda parte. Tanto Dora como Lionel experimentan nuevos miedos, problemas y situaciones que les llevan a evolucionar como personajes a través de una serie de acontecimientos que se desencadenan y que les obligará a tomar importantes decisiones, muy relevantes en la historia. Y que desencadenarán un giro hacia el final del libro que me mantuvo con los ojos pegados en las páginas. Porque esto es lo que hace Victoria: enganchar al lector hasta el punto que siente que la historia es suya, que podría (y le gustaría, creedme) ser cualquiera de los personajes y lo siente como tal.
Y si a esto le unimos nuevos personajes a los que me ha sido imposible no encariñarme y una trama que te atrapa desde el principio, puedo decir que esta segunda parte ha estado muy a la altura de la primera. Aunque, en muchos aspectos, la he sentido distinta, y a la vez que sus personajes, he sentido que la trama evoluciona a un aspecto más oscuro, dramático, peligroso y más maduro. ¿Quizás por el nuevo escenario en el que transcurre toda la trama? Victoria ha creado de nuevo un ambiente espectacular: no solo recrea una fascinante Nápoles en los años 20, en la que la pobreza se respiraba en cada una de sus calles, sino que nos presenta una ciudad en la que el crimen y los fantasmas se sienten en cada una de sus esquinas. Como en todas sus novelas, volvemos a encontrarnos con el arte, la arqueología, la historia…
Y lo ha hecho de una forma maravillosa, ya que consigue trasladarnos a la época y a los acontecimientos ocurridos como si estuviéramos allí. Creo que esta es otra de sus especiales señas de identidad y, como siempre, me asombra su proceso de documentación y cómo lo plasma en sus páginas. Es algo que admiro muchísimo de ella y que creo que no todos los autores consiguen.
Es increíble cómo esta autora se supera a cada libro, ya no solo con su narración impecable y que nos traslada a otra época y otras costumbres, sino con la historia y sus personajes. Como ya he dicho, es imposible no encariñarse con ellos y no sentir que forman parten de ti. Porque, de alguna forma, es como si los conocieras, como si formaran parte de tu entorno, pese a haber vivido un siglo atrás. Creo que esto es parte de su magia como escritora: el construir historias que se convierten para muchas personas en algo más. A veces, muy pocas, la ficción supera la realidad y consigues encontrarte en ambos mundos. ¿Y no es lo que queremos todos cuando leemos? Trasladarnos por unos momentos a otro mundo, en el que todo es posible. Meternos en la cabeza de otras personas, experimentar sus problemas y sus alegrías, y vivir la magia de otras vidas. Gracias por estas historias que todos necesitamos, incluso sin saberlo.