El puñal, de Jorge Fernández Díaz
«Tengo muchos nombres, pero en el ambiente me conocen como Remil. Es un chiste de la colimba que se hizo popular en Puerto Argentino. Yo era un dragoneante cruel de la infantería. ‘Hijo de remil putas’, me decía mi sargento mayor todas las mañanas, durante los entrenamientos. Era un elogio. Quedó Remil».
Así se presenta Remil el personaje principal de esta novela del reputado periodista argentino Jorge Fernández Díaz (nada que ver con nuestro Ministro, por suerte). Ex combatiente en las Malvinas, trabaja para La Casita, una sección ultra confidencial dentro de los servicios secretos argentinos. Entre trabajillos y apaños de poca monta se gana la vida, hasta que su jefe le encarga un trabajo de mayor envergadura, la custodia y vigilancia de Núria Menéndez, abogada española de negocios por Buenos Aires. Dichos negocios aparentan normalidad, hasta que poco a poco se van conociendo los verdaderos detalles de su visita a Argentina, y la cantidad (y calidad) de gente alrededor de la abogada española.
Disfrazado de ficción, Jorge Fernández Díaz nos ofrece un relato de lo que bien podría ser la realidad del país sudamericano, donde los problemas de drogas y el manejo de estas por las altas esferas políticas y sociales están a la orden del día.
Para poner un poco en contexto, hay que recordar de Jorge Fernández Díaz es un periodista con dilatada experiencia, por lo que conoce muy bien los entresijos que se mueven en la clase política y empresarial argentina. El periodismo, pese a la libertad de expresión que se supone reina hoy en día, vale más por lo que calla que por lo que cuenta. Por eso el autor recurre a la ficción como única forma de contar la realidad. En la presentación que hizo de El puñal en España, el autor nos confesaba que muchas de las cosas reales las ha sabido solo por la cantidad de años que lleva “viendo cosas”. En ningún momento reconoce que todo lo que pasa en la novela es real, pero sí reconoce que mucha gente implicada le ha felicitado por la veracidad de su historia.
Así que, jugando con verdades y mentiras, Jorge va contando casi de un modo didáctico, los entresijos políticos y gansteriles de nuestro país hermano. En El puñal se va montando poco a poco un holding para pasar la droga de un continente a otro, y todos están metidos en el ajo. Políticos y empresarios participan a partes iguales siendo Nuria Menéndez el centro de todas las operaciones, y Remil el “guardaespaldas” destinado a que nada se salga de sus cauces previstos.
Pero El puñal, por difícil que parezca, también es una historia de amor, de un amor destinado a ser un arma de destrucción masiva, de un amor patético y verdadero a partes iguales. Porque no hay que olvidar que detrás de todos los negocios turbios, detrás del dinero y el peligro, están las personas, personas como Nuria o Remil, que sienten, sufren y padecen. Por eso el autor entremezcla el amor y los negocios, para dar un poco de humanidad a un mundo sin escrúpulos.
Hablando del estilo de la novela, vuelvo a remarcar el origen del autor. Ser argentino es una virtud y un defecto para todos los que se acerquen a leer El puñal. No os engañaré; la lectura es densa y difícil, con un exceso de verborrea fácilmente innecesario. Los argentinos parecen necesitar cuatro páginas para contar lo que otros cuentan en la mitad de tiempo. Aún así, ese exceso de labia sirve también para engatusar, con algunos diálogos dignos de alabanza. Una vez que la historia echa a andar, poco a poco va volviéndose más adictiva, al igual que las drogas con las que trafican los protagonistas. Por eso, pese a su dificultad, El puñal ha conseguido modificar algunas de mis costumbres lectoras; y es que hacía años que no me quedaba hasta altas horas de la madrugada por una lectura, y eso me pasó tras leerme de las últimas 200 páginas de este libro casi sin darme cuenta.
Vivimos en un mundo donde nos gusta que todo o casi todo nos lo den bien mascado y hecho, pero hay veces que es mejor trabajarse las cosas y sacar las conclusiones por nosotros mismos. Y por eso lecturas como El puñal son necesarias, porque Jorge Fernández Díaz escribe no solo una novela negra (negrísima); escribe también una novela que relata una realidad social a la que no tenemos acceso a través de los medios de comunicación.
César Malagón @malagonc