El Rastro de la libélula, de Giordano Merisi

 

Yo he sido muy futbolera, hace años, eso sí, cuando creía que el fútbol era un deporte. En mi casa también era el deporte rey. Mi padre fue jugador y después entrenador, de hecho cuando fuimos a vivir a Zaragoza, al barrio de la Jota, fue él quien puso en marcha el deporte en ese barrio aun muy desestructurado y sin raíces propias.

Mi padre se llama Antonio y ahora tiene 80 años y dos televisiones en su habitación para poder ver varios partidos a la vez… Mi hermano ha sido jugador y durante muchos años también entrenador. Yo no he jugado nunca al fútbol.

Disfrutaba con el fútbol, eso sí, en casa éramos todos culés, aunque en realidad a mí me gustaba más el baloncesto, también el de antes, el que era deporte, cuando los equipos se llamaban como las ciudades o pueblos; y el tenis, pero sobre todo el atletismo.

El caso es que dejé de seguir el fútbol definitivamente cuando descubrí que alguien puede llevar en la misma camiseta Qatar y Unicef… Y será por eso mismo por lo que me ha gustado El rastro de la libélula, y la forma en que nos ha contado esta historia Giordano Merisi.

Hasta aquí me he dedicado a la crítica del deporte, ahora debería entrar en la crítica del periodismo que es la profesión de nuestro autor y protagonista. Nos narra la historia en primera persona de forma muy acertada para darle credibilidad y fuerza, pero también para sentir empatía por este hombre que, como muchos de nosotros, quiere siempre ver la parte buena de todo lo malo…

Me ha gustado mucho el día a día que Giordano nos va dibujando. Ese autor-protagonista que además de la trama negra también nos muestra su propia vida, su familia, su ir a comprar y cocinar y sus paseos por Madrid.

Giordano Merisi es italiano y se nota, el autor, sea quien sea, ha sabido hacer un buen retrato del protagonista. Eso o ha copiado a nuestro compañero Andrés Barrero que como bien saben es un gran escritor y todo un cocinillas, algo así imagino yo al protagonista 😉

En relación a la novela negra en sí, me ha parecido muy fresca, muy atrapadora del lector tanto por el qué como por el cómo. Me ha recordado mucho a Donna León, de hecho yo diría que si les gustan sus historias venecianas se encontrarán cómodos leyendo a Giordano Merisi.

Imagino que el fútbol de fondo estará en las nuevas novelas que escribirá este autor (o autores) pues no creo que con esta termine la historia de este periodista dedicado, en general, a escribir biografías de futbolistas… Yo desde aquí le reto a que haga alguna trama sobre el deporte femenino, seguro que que encuentra un hilo del que tirar.

Y de eso va El rastro de la libélula, del encargo que le hace su editorial de escribir la biografía del entrenador del Real Madrid, Eduardo Castro, y de los hechos que suceden y que golpean de forma terrible a toda la plantilla: La desaparición del capitán del equipo en extrañas circunstancias…

Qué extraño es esto de las estrellas, lo mismo da del fútbol que de la música, el cine… Poco importa que defrauden a hacienda, que violen en grupo o por separado, que abusen de su poder mediático para maltratar a la gente que hay a su alrededor o dependen de ellos, pase lo que pase y hagan lo que hagan siempre van a tener a una parte de ese público incondicional aplaudiendo tras o frente a ellos.

No obstante, una cosa es la literatura y otra la vida… Ya saben.

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