No creo arriesgar mucho si les digo que Gaito Gazdánov es uno de los pocos autores de los que se puede decir que es genuinamente original. No lo digo porque la temática sea especialmente sorprendente, El retorno del Buda es la historia de alguien injustamente acusado de un crimen que se ve en la necesidad de demostrar su inocencia, sino porque su tono, su manera de contarlo, es de esos tan personales que si hubiera que definirlo mediante su comparación con algún otro autor más conocido la tarea sería francamente complicada.
Tal vez podría justificar mi afirmación en el hecho de que el protagonista sufre con cierta frecuencia una suerte de crisis en las que vive en una realidad paralela sin estar especialmente seguro de en cual de ambos lados se encuentra o en que esa otra existencia es en cierto modo surrealista. También podría hacerlo diciéndoles que la víctima es a su vez un buen amigo del protagonista al que conoció como un pordiosero y que en su segundo encuentro era un millonario. Pero créanme que no es tanto una cuestión de fondo como de estilo, Gaito Gazdánov tiene una forma de narrar adelantada a su tiempo (nació en 1903 y murió en 1971) e incluso al nuestro y tiene un don para mantener intrigado al lector en todo momento. Quiero decir que en un relato al uso a uno le intriga qué es lo que va a suceder, mientras que en El retorno del Buda lo que le inquieta es lo que está sucediendo.
Debo decir que en pocas páginas el autor construye a sus personajes brillantemente, con una sorprendente profundidad teniendo en cuenta, además, que están tan alejados de los tópicos como lo están la trama o el estilo narrativo del autor. Y son muchos los personajes llamativos, y no menos las situaciones sorprendentes que afrontan siempre desde su particularidad.
El propio protagonista es un tipo peculiar, especialmente en su forma de expresarse y en la de razonar, siempre desde una altura intelectual poco acostumbrada y con un compromiso con la racionalidad que raya en ocasiones en una frialdad sobrehumana (tal vez no sea “sobre-” sino “para-” o vaya usted a saber, en cualquier caso humana no parece).
El escenario principal, y me refiero de los reales, es París, algo que ya es un activo en sí mismo literariamente hablando. El París del exilio ruso, o de los exilios porque el acomodado y el miserable parecen mundos opuestos, aunque íntimamente relacionados.
El retorno del Buda es uno de esos libros con los que se establece una relación que va más allá de la que el lector suele mantener con sus lecturas, su originalidad y la extraña relación del protagonista con la realidad, de algún modo contagiosa, convierten su lectura en una experiencia vital extrañamente gratificante.
Andrés Barrero
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