El rey de Andorra, de Miguel Izu

Si les digo que El rey de Andorra es un libro original, curioso, seguramente piensen que les estoy hablando del motivo principal del mismo que tan fielmente refleja el título, un rey de Andorra, algo de lo que pocos habíamos tenido noticia antes de la publicación de este libro. Sin embargo no me refiero a eso, la existencia de ese monarca, un buscavidas ruso cuya azarosa vida tiene más interés literario que histórico y su aventura andorrana no debería haber sido más que una mera anécdota sin mayor impacto en la prensa de su época (aunque lo tuvo), por no decir en los textos históricos. El propio autor, consciente del limitado recorrido de Boris I decide encabalgar su historia en un crimen, el de un profesor de historia que lo investigaba, y así consigue montar un relato trepidante y sumamente interesante.

Y ahora les diré algo que parece contradecirse con lo que acabo de escribir, pero no, y es que ese gran interés, al menos el que a mi me ha despertado El rey de Andorra, no está necesariamente relacionado con la investigación de ese crimen, que por cierto está sumamente bien construida y resulta a la vez adictiva y realista, cosa de la que tal vez debieran aprender muchos asiduos al género, sino con la investigación histórica. Me explicaré: si bien la trama del monarca de opereta que fue Boris I no es de un interés histórico trascendental, la investigación que el historiador asesinado hace de ella sí que lo es y no por lo que logra averiguar de su intrascendente reinado, sino por su trabajo diría que forense acerca de la construcción del mito, de la manipulación de la verdad y de cómo ni la historia está libre de los vicios y defectos que infectan esta sociedad de la posverdad y que por lo que se ve están aquí desde antiguo. Tiene mérito que la autopsia más interesante del relato no sea la del cadáver de la víctima, sino la de su investigación histórica.
Pero El rey de Andorra no se limita a explotar un hallazgo histórico literariamente interesante ni a construir un relato policíaco efectivo a su alrededor, la doble condición de profesor de historia y exguardia civil de la víctima permite al autor recorrer parte de la historia contemporánea de nuestro país con una mirada serena, pero aguda e inteligente, de la misma manera que la condición de ciudadanos navarros del protagonista, abogado y amigo de la víctima, y la viuda, le permiten hacer un retrato de la sociedad navarra no menos interesante.
Leí la anterior novela del autor, El crimen del sistema métrico decimal, y ya estaban presentes tanto el talento para las tramas policíacas como la habilidad para rescatar del olvido momentos de la historia poco conocidos y exponerlos con tanto respeto a la verdad histórica como ritmo e intensidad literarios. Si algo añade El rey de Andorra a mi valoración del autor es el compromiso sereno pero firme con la verdad también en lo que se refiere a la actualidad y nuestra historia reciente. Digno de todo elogio.

Andrés Barrero
@abarreror
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