El Santuario del Diablo, de Marie Hermanson
El Santuario del Diablo me ha recordado mucho a Hitchcock, entre otros. La obsesión del mago del suspense con la idea del falso culpable (como refleja, por ejemplo en su película Falso culpable) o con la confusión de identidades –como es el caso del ya mítico señor Kaplan de mi admirada Con la muerte en los talones– eran asociaciones que no podía sacarme de la cabeza a medida que avanzaba en el libro. Y es que el tema de la confusión de identidades es algo que nos atrae y nos aterra al mismo tiempo. -¿Acaso no hemos pensado alguna vez cómo saldríamos del paso si nos acusaran de algo que no hemos hecho, con todas las pruebas incriminándonos en ese algo, y sin una coartada?- La mayoría de las veces se trata de una conspiración, de una encerrona que le han preparado al protagonista para cargarle algún muerto o quitárselo de en medio porque ha visto o descubierto cosas que no debía. Da igual lo que se que haya visto/oído/descubierto/o el muerto con el que deba de cargar; el mcguffin es lo de menos. Lo que nos importa es saber cómo va a resolver nuestro héroe la papeleta, si es que logra resolverla.
Puede parecer que me estoy enrollando, pero toda la parrafada que acabas de leer me sirve para introducir el libro del que todavía no he empezado a hablar, así que al tajo.
¿Qué va a hacer Daniel ahora? ¿Volverá su hermano?Como ya he dicho, el argumento puede recordarte otras lecturas y películas, pero sólo eso. El Santuario del Diablo es completamente original y, repito, su lectura es absorbente y te hace perder la noción del tiempo. Por otra parte, llega un momento en el que te hace pensar y dudar; repasar mentalmente todo lo leído hasta determinado momento para decidir por ti mismo qué es lo que está pasando, qué es lo que podría pasar y elaborar una teoría propia. Incluso el final, ahora que lo pienso… ¿realmente es ese?
Otro punto para el libro.
El Santuario del Diablo se lee con suma rapidez y facilidad y está escrito de una manera amena y directa. No se anda con rodeos. Describe las cosas sin florituras ni epítetos redundantes, pero sin descuidar la forma. Va al grano, a la acción, al argumento, y eso es algo que me encanta. Para dar saltos de alegría/desesperarse con la descripción de flores, nieve y lagos cristalinos ya tenemos a Tolkien; aquí no, gracias.
Los diálogos, reacciones y relaciones del protagonista con la fauna local son realistas y aportan mucha fuerza al desarrollo de la novela, logrando así hacerla más creíble.
Por todo esto El Santuario del Diablo es un libro que recomiendo si queréis pasar un buen rato. No os arrepentiréis. Palabra.
@palati77