Uno no llega a acostumbrarse nunca a eso de la literatura infantil. Desde que era pequeño, recuerdo que las historias de caballeros, de misiones para ir en busca de dragones, de tesoros, de princesas en apuros, eran unas de mis favoritas. Y resulta que, hoy en día, cuando ya uno es adulto, cuando ya se presupone que uno tiende a alejarse de las historias para pequeños, es como si aparecieran de la nada títulos y más títulos que empiezo a leer y que devoro con ansia. Y si hay una cosa que no me gusta de la literatura infantil es que, en los tiempos que corren, se tome por tontos a los niños. Pero no penséis que eso sucede con El séptimo príncipe porque nada más lejos de la realidad. De hecho, una de las cosas que sorprende es la tranquilidad con la que Juan Gómez – Jurado se defiende en el noble – más que nunca – arte de contar historias para un público que, en teoría, puede parecer fácil pero que no lo es en absoluto. De hecho, por mi experiencia, es uno de los públicos más difíciles porque como la historia no les guste, como les aburra, como encuentren cualquier error en su argumento, ellos te lo harán saber sin la diplomacia de la que hacemos gala, a veces, los adultos. Pero yo venía a hablar de literatura infantil. Del nuevo proyecto de uno de los autores más conocidos en esto de la literatura. Y resulta que lo hace tan bien que divierte. Veamos por qué.
En un país lejano hay un rey con siete hijos. Seis de ellos son valientes y guerreros, mientras que uno es sensible y le encanta bailar. Un buen día, llega al reino un dragón que empieza a devorar las cosechas y todo lo que cae a su paso. El rey decidirá quiénes de sus hijos irá a luchar contra la bestia, sin darse cuenta que a veces, lo que menos te esperas, es en realidad lo que realmente estabas buscando.
Me gusta la sutileza que ha utilizado Juan Gómez – Jurado en El séptimo príncipe para hacer ver a los niños que ser diferente, que te gusten otras cosas que no le gustan a la mayoría, no te hace peor al resto sino que eres igual que todo el mundo. Nos olvidamos muchas veces de esos pequeños detalles que, al final de leer un libro, dejan un poso amargo en la historia cuando se podría haber explicado de una manera tan simple como directa. No olvidemos que es un cuento para niños, que ellos entienden el lenguaje de una forma completamente diferente a la que lo entendemos nosotros, pero precisamente por ese afán de que la diversidad no sea un motivo de burla ni escarnio, que eso sea precisamente lo que los niños deben aprender al leer este libro, es por lo que a mí me ha gustado tanto. Pretendo, siempre, hacerle comprender algo a mi sobrino, que vea en la lectura uno de esos lugares donde poder entender lo que le pasa y lo que les sucede a los que le rodean. Y puede que aquí estemos ante una historia de fantasía, de magia y reinos lejanos, pero ¿acaso este tipo de literatura no ha sido siempre una vuelta de tuerca para expresar lo que sucede en la realidad? Desconozco si Juan Gómez – Jurado ha intentado escribirlo pensando en en estos conceptos, pero tanto si lo ha hecho como si no, ha conseguido que dos ojos de niño pequeño descubran por qué ser diferente no significa absolutamente nada.
Y hasta aquí la interpretación de los valores. Porque aunque esta sea la parte más importante para mí, no hay que obviar el apartado de diversión que tiene El séptimo príncipe. Dragones, reinos lejanos, caballeros que no lo son en absoluto, y príncipes que no lo parecen y que al final terminan sorprendiendo a todo el mundo. Una historia que se lee con rapidez, que se lee casi sin pretenderlo, con unas ilustraciones de José Ángel Ares que acompañan al texto a la perfección y que nos invita a vivir por un tiempo historias que llevar a los nuestros, a nuestros pequeños, a otros rincones mientras el sueño va haciendo acto de presencia y ellos empiecen a soñar con ser el protagonista de esta obra.