El silencio de Goethe, de Antonio Priante
Suele suceder a menudo que los libros más breves son también, en general y así, a bulto, mejores. Quizá sea porque, cuando un autor tiene claro lo que quiere decir, no da rodeos, no necesita de muchas palabras ni de rebuscamientos o subterfugios inútiles; lo dice y ya está. Esas obras suelen resultar también más redondas, y, con frecuencia, más impactantes. El silencio de Goethe es una obrita redonda, casi perfecta, tanto en forma como en contenido; al par de la excelente pluma que demuestra aquí Antonio Priante, se nos recuerda al mismo tiempo que la belleza puede ser también sobria, y que una historia profunda y provocadora -provocadora porque nos hace reflexionar y no termina en su punto final-
¿Cómo definir cuál es el tema de El silencio de Goethe? No es fácil. Se me ocurren varios posibles: la soledad (aunque se puede argüir que la soledad es, en el fondo, el tema de todos los libros que hayan sido y sean), el hombre y el mito, la contradicción en que incurre cada persona por el mero hecho de vivir… pero puede ser, es posible, y voy a decirlo, que el tema de El silencio de Goethe sea Dios. El silencio de Goethe/God, juego de palabras en inglés que el propio Priante pone en boca de su persona/personaje, esa versión parcialmente ficticia, reconstruida y muy probablemente en extremo cercana a la realidad de Arthur Schopenhauer, cuestión que constituye la obsesión de este Schopenhauer literario y que resulta de una importancia suficiente como para merecer titular la obra.
El silencio de Goethe es un monólogo discursivo -perfectamente racional; nada de flujo de conciencia, si bien un atisbo de ésta se nos ofrece, para disfrute total del lector, hacia el final de la narración; porque, como bien apunta el personaje Schopenhauer, él “piensa como escribe”, y es ésta, de hecho, una cualidad muy suya- del genial intelectual y filósofo que fue Arthur Schopenhauer, arrinconado, despreciado y hasta vilipendiado por otros filósofos y, por fuerza, encastillado en su obra y en su torre de marfil, donde convive solamente con su perro, Butz, a quien dirige parte de sus pensamientos en voz ni alta ni demasiado baja. Schopenhauer, el Schopenhauer de Antonio Priante pero también, muy probablemente, el Schopenhauer que fue en la vida real, hace un repaso nada prolijo, pero suficiente, de toda su vida: desde que fue un niño aterrorizado por el miedo a haber sido abandonado por sus padres, al anciano que es hoy; de niño asustado por la soledad a adulto huraño y misántropo y a viejo solitario pero secretamente anhelante y evocador del amor y de la belleza del mundo. Un mundo que, sin embargo, el Schopenhauer literario y quizás real condena por medio de su sistema filosófico -afirma que las cosas son horribles en su ser más profundo- y del que desconfía profundamente, al tiempo que añora.
Schopenhauer admiró a Goethe, para él el genio más grande de la historia -si bien no duda en criticar su falta de altura en pensamiento filosófico-, y buscó continuamente su aprobación y su elogio, con el celo y la sumisión que -al menos, en la versión literaria- no tuvo para con sus amantes. Goethe apenas ocupa un puñadito de páginas del libro al cual da título, pero es, en ausencia, una presencia terrible, inmensa, que usurpa y parasita todos los pensamientos de este Schopenhauer otoñal, enfermo, cansado y harto de odiar al mundo al que, en el fondo, quiere amar. Goethe representa aquí la contradicción última y profunda de un hombre -nos da igual que sea Schopenhauer o cualquier otro, pero oportunamente es Schopenhauer, con toda su complejidad de pensamiento y su enorme intelecto- que desdeña a los demás hombres -“vulgares bípedos”, según él- pero no se sabe si lo hace por convicción profunda o por despecho; que vive y muere convencido de lo genial de su filosofía pero no es capaz de vivir tranquilamente si no recibe la aprobación de quien él considera superior; que se proclama en posición de explicar el mundo entero y la vida toda, pero vive presa de la obcecación por intentar analizar un silencio -el de Goethe, el de Dios- que no entiende y que cree no merecer.
El silencio de Schopenhauer es una obra oportunamente reeditada por Piel de Zapa -originalmente, data de 1997-, con temas y motivos que son profundamente humanos y, por eso mismo, de plena actualidad en cualquier momento; una obra escrita con una gran intuición de todo lo humano, con comprensión, con pinceladas de humor elegante y con una belleza sobria que va en aumento hasta deslumbrar en sus compases finales.
Gracias. Creo que es la reseña-crítica que más a fondo ha entrado en la obra. Y por lo que tiene de elogiosa, gracias también.
Muy honrada de que le haya gustado mi reseña. En cuanto a los elogios, su libro los merece. Gracias por su comentario.