El sobrino de Wittgenstein, de Thomas Bernhard
No voy a sorprender a quienes hayan leído alguna vez a este autor austríaco, al decir que la atracción inmediata la genera su forma de narrar. Es verborragia pura, sin capítulos, sin punto aparte, con repeticiones y un ritmo de velocidad escandalosa para viajar del pasado al presente y del presente al pasado.
Es una novela que se basa en la relación del autor con Paul Wittgenstein, sobrino del filósofo Ludwig Wittgenstein, una amistad extraña que se sirve de lo trágico y de cierta inocencia. Muestra devoción, espontaneidad y cierta tristeza.
Paul sufre de una enfermedad de locura, sus reacciones llevan a su familia a internarlo en numerosas ocasiones y es en una de esas intervenciones que permiten la reflexión que hace Bernhard en este libro. Uno puede creer que todo sucede en este lugar pero Bernhard tiene esa capacidad tan atractiva de comenzar ahí para moverse a los inicios de esta amistad, de las charlas que mantienen y mantuvieron, de aquellas reflexiones sobre temas irrelevantes pero que son el núcleo de la unión entre esas dos personas, que pueden entenderse como sólo los amigos lo hacen.
Bernhard repite y avanza una y otra vez con un mismo elemento al que se aferra con pasión para rodear su narración. Este recurso para muchos puede ser molesto pero resulta gracioso cuando todo gira alrededor de ese único nombre, hecho o palabra que se repite en dos hojas –por ejemplo- 23 veces.
Más allá de la extraordinaria capacidad de Bernhard para ser distinto en su narración, sobre lo que no hay pero que valga, la historia mezcla diversión pero también cuenta, al pasar, indicios de una vida triste y del comportamiento humano en muchas ocasiones. La reflexión del autor frente a este amigo tan particular radica en su forma de tratarlo. ¿Hasta dónde una persona se siente cómoda para tratar a alguien que padece de reacciones inesperadas que pueden resultar chocantes, incómodas o terroríficas? ¿Hasta dónde la amistad es capaz de soportar?
Puede que a veces me moleste el hecho de toparme con un autor recién ahora. Pero la realidad es que cada libro tiene su momento y, gracias a la recomendación del vendedor, me animé a probar a Bernhard.
Rosario Arán (rosearan@librosyliteratura.es)
Voy a leer este libro por la frase siguiente: “Es verborragia pura, sin capítulos, sin punto aparte, con repeticiones y un ritmo de velocidad escandalosa para viajar del pasado al presente y del presente al pasado.”
Cuando uno inicia la lectura de un libro con algún que otro prejuicio, y finalmente escribe una reseña como esta. Hay que leer el libro. Verdad?
Tienes razón en que cada libro tiene su momento, pero empiezo a descubrir que algunos libros siempre tienen ese momento.
Thomas Bernhard es, para mí, uno de los mejores escritores europeos del siglo XX. Cada vez que empiezas un libro suyo cuesta un poco hacerse con su particularísima manera de escribir, con frases kilómetricas llenas de repeticiones, pero enseguida te atrapa y el efecto es casi hipnótico. A mí me parece que su prosa está más cercana a la música que a la literatura, no sé si me explico.
Una gran reseña, Rosario, como siempre.
No he leído nada de este escritor pero creo que pronto voy a tener que ponerle remedio. Y es que con esa reseña me has convencido totalmente.
Besotes!!!
Muchas gracias a todos por sus comentarios!
A quienes no lo han probado, les digo que vale la pena porque realmente es excelente su forma de escribir, pese a ser agotadora. No sólo esta historia de la relación de estos dos hombres se vuelve hermosa de la mano de semejante escritor.
Y coincido con Javier, realmente es uno de los mejores escritores.
No puedo no pensar en Saramago; eso de escribir así y sobre todo lo otro, lo de darle vueltas y vueltas a un tema; Amo a Saramago, por ende, debería leer al autor que nos recomiendas!
Saludos!
Te lo recomiendo, vale muchísimo la pena.