El sol brilla por la noche en Cachemira, de Andrés Pascual
¿Cuál es el precio de nuestra libertad? Quizá nuestro cuerpo se vea envuelto en las simples cadenas de nuestro cuerpo y ese sea nuestro lastre. Eso es lo que me quedé pensando al leer “El sol brilla por la noche en Cachemira” entre otras muchas más. Como por ejemplo, que la vida y la muerte están más ligadas de lo que nos imaginamos, que sentir en nuestro interior no es exclusivo de los vivos, que una compañía, que unos ojos por la noche, pueden iluminar mucho más que cualquiera de nuestras lámparas de diseño, y que el sol ya no se pone nunca, porque incluso en nuestras madrugadas podemos sentirnos iluminados por algo que no sabemos ver. Cuando las lecturas te hacen pensar, reflexionar sobre lo que has vivido, lo que ha acontecido a lo largo de tu existencia, es un placer poder conocerte por dentro y sentirte, sobre todo sentirte como si fuera la primera vez que lo haces. Porque en nuestra oscuridad es el momento de ver la luz, y porque entender que la vida es un regalo que hay que vivir, es uno de esos aprendizajes que nos puede proponer la literatura, en un viaje por un paraje destruido y desolador, como sólo puede serlo el de nuestra propia alma.
David Sandman huye de una tragedia que no le deja vivir. Incorporado al equipo de observadores de las Naciones Unidas en Cachemira, conocerá a Aurore, una enfermera militar que también huye de un pasado perturbador. Será entonces cuando la vida de los dos se una para crear una historia épica para conseguir la tranquilidad que sus existencias necesitan.
La materia de la que están hechas las ilusiones, se forjan en este libro creando una historia que es imposible que no conmueva. Andrés Pascual es un escritor conocido y reconocido en el mundo de la literatura, pero por azares de la vida, ninguno de sus libros habían caído en mis manos para degustarlos. ¿Un error? Quizá de los grandes, porque con esta novela ha conseguido que me remueva por dentro, que mis sentimientos queden a flor de piel y pueda acariciarlos y ponerles nombre. ¿Cómo lo ha conseguido? Con una prosa que evoca la violencia, el desolador mundo en guerra, el universo interior que bulle en cada uno de nosotros y que pugna por salir en forma de grito. “El sol brilla por la noche en Cachemira” es lo que el fin de una terapia para un paciente que ha llegado sin ver su futuro. Porque en el fondo, todos necesitamos de vez en cuando ese pequeño empujón que las enseñanzas que este libro provoca en el espectador, en el lector apasionado de una historia que pueda vivir en sus carnes. Quizá no haya una palabra que describa exactamente lo que siento, puede que sea complicado poner en palabras adecuadas una emoción, aunque lo intente. Por eso creo que lo mejor es que alguno de vosotros, los que me leéis al otro lado de la pantalla, abráis el libro y podáis contarme qué terremoto interior os provoca.
¿Qué tiempo necesitamos para darnos cuenta de lo que realmente importa? Puede que un segundo, puede que toda la vida. Pero al final, cuando cerremos los ojos porque la noche ha caído sobre nuestros párpados, tenemos la oportunidad de soñar con esta bella historia, con los personajes que se clavan como la alcayata que aguanta nuestro cuadro, la imagen que todos creamos en nuestro interior. Porque en eso consiste lo que nos cuenta Andrés Pascual y lo que nos hace sentir. A través de una historia de guerra y conflicto, aparece la flor que crece a pesar de las inclemencias del tiempo, aparece ante nosotros el sol que nos alumbrará en una noche parecida a la boca de un lobo que quiere engullirnos. El poder de la literatura está ahí, para todo aquel que quiera entregarse a él, sin remedio, sin pensarlo un instante, simplemente disfrutando de los recovecos que dibuja el autor en el laberinto del alma humana.
No vivimos, sentimos. Pero en el fondo sí vivimos, porque precisamente sentir es lo que nos mantiene vivos. Seamos ancianos o jóvenes, seamos parte de un todo o de la nada. Lo importante es no rendirse, entender que lo que nos deparan nuestros actos es algo mayor que la simple dualidad causa – efecto. Y “El sol brilla por la noche en Cachemira” consigue eso, y mucho más. Y es que en la vida, cuando una historia se cruza para marcarte a fuego lento, sólo te queda una cosa: rendirte a la evidencia de que lo vivido es lo sentido, que lo sentido es lo real, y que sentir y vivir están ligados como dos enamorados que no pueden dejar de separarse ni un segundo.