Les resultará extraño si les digo que la imagen que me evoca este libro de un título de por si tan poético y evocador como El sonido de un tren en la noche no tenga nada que ver ni con el tren ni con su sonido ni con la noche ni, ya que nos ponemos, con el libro, con la historia que cuenta. ¿Y cuál es esa extraña imagen, se preguntarán? Pues mi imaginación juguetona no podía quitarse de la cabeza la de un arrozal, y es así porque tenía la sensación de que si esta magnífica novela fuese un cultivo su sistema de riego sería ese, por inundación, porque así es como se distribuyen las emociones y los sentimientos en este libro, como una capa fértil y omnipresente que empapa cada una de las páginas, de las que brotan ante los ojos del lector que asiste tan atónito como encantado a un despliegue emocional y argumental inusual y felizmente intenso. A poco dado a la empatía que sea el lector, y lo es por definición puesto que es lector, se puede preparar para acompañar a los protagonistas en un viaje de los que cambian, de esos en los que el destino es uno mismo y aun así es alguien diferente del que partió.
Tiene Laura Riñón un don especial para crear personajes atractivos y singulares, de una gran potencia, personajes que requieren de una escritora con una sensibilidad especial para no desbocarse, que viven situaciones límite que sin embargo resultan coherentes en el particular contexto de la novela. Hay trabajos más fáciles en el mundo de la literatura que el de personaje de Laura Riñón Sirera, cuando uno de ellos se sabe habitante de una de sus historias debe prepararse para sufrir, para que le pasen muchas cosas, para conocer a gente con mucha vida en su interior, pero también sabe de antemano que va a hacer disfrutar a los lectores. Todo tiene sus compensaciones.
El sonido de un tren en la noche es un sonido melancólico, desde luego, sobre todo si quien lo escucha aloja en su interior la necesidad de huir o la angustia de haber huido. En este libro hay huidas necesarias sin más destino concreto que la propia fuga, la necesidad de recuperar una vida que pueda ser vivida. Resulta literariamente muy interesante ese concepto de la huida como salvación, no por lo que se encuentre en el camino sino por el propio acto de huir, de marcharse.
La protagonista, Clementina, huye, queda dicho, pero de una manera u otra son muchos los personajes que hacen lo propio, algunas fugas son geográfica pero otras son interiores y tal vez sean esas de las que sea más difícil regresar. No sé cómo de apropiado resultaría decir que la resiliencia es uno de los temas centrales de esta magnífica historia, pero me parece a mi que sí lo es porque trata más de la forma de enfrentarse a las tragedias o a las dificultades de los personajes que de las tragedias en sí mismas. Que las hay, y son impactantes, pero es cómo las afrontan los personajes, cada cual la suya porque todo el mundo tiene fantasmas que conquistar, lo que convierte esta historia en una novela. Una buena.
Hasta en la desgracia conviene tener suerte y los personajes de El sonido de un tren en la noche la tienen porque se encuentran en su huida, por casualidad o por cosas del destino pero se encuentran en el lugar y momento apropiados, y eso les cambia la vida. Puede parecer que Clementina invirtió toda la suerte que le estaba destinada en su privilegiado nacimiento en una familia noble y adinerada de Madrid, su propia abuela, un magnífico personaje al que todos llaman “La Rencorosa”, gruñía que una niña que no llora de pequeña es porque lo llorará todo cuando sea mayor y desde luego, en su caso, acertó. Pero probablemente ni ella habría sido capaz de adivinar todos los avatares que le sucederían a su nieta. Si cada familia desgraciada lo es a su manera, la de Clementina está fuera de categoría. O no. Porque por muchas y muy impactantes que sean las cosas que le pasan, todas son reales y hay a quien le suceden en la vida real.
Estos personajes desgraciados nos enseñan una valiosa lección, la paciencia, la del tiempo necesario para reconciliarse con uno mismo antes de hacerlo con los demás, la de la soledad no como enfermedad sino como medicina. Y el respeto a los tiempos y a la intimidad de los demás.
Y como no podía ser menos en una autora como Laura Riñón, que además de escritora es librera, hay muchas referencias literarias y artísticas en la obra, lo que es siempre de agradecer.
Que una novela con semejante concentración de acontecimientos y emociones se pueda considerar, pese a todo, una novela de personajes dice mucho de la capacidad de la autora para construir personajes de esos que no son fáciles de olvidar. Pasará mucho tiempo hasta que el sonido de un tren en plena noche no me traiga al recuerdo a Clementina, a Dolly, a Maggie, a John, a Jack, a Aurora, en fin, a todos esos personajes que convierten a esta obra en la magnifica experiencia lectora que es.
Andrés Barrero
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