Creo que tendría como doce o trece años cuando llegué un día extasiado a casa a contarle a mi madre lo genial que era el nuevo profesor que iba a tener ese curso. Solo había estado unas horas con él, pero me había parecido completamente distinto a lo que había visto por las aulas hasta el momento: divertido, simpático, que se interesaba por nuestra opinión sobre temas que hasta entonces parecían ser exclusivos de los adultos y que incluso tocaba la guitarra en un grupo de rock. Ni en mis mejores sueños. Mi madre, siempre tan astuta, me dijo que se alegraba mucho pero que tuviese cuidado, que normalmente los profesores que mejor pinta tienen al principio suelen ser los peores. Y meses después no podía sino darle la razón; mi ídolo se había convertido en un sufrimiento al que había que reírle todas las gracias, que ridiculizaba a los alumnos cuando le discutían sus soflamas y que era quisquilloso y estricto en sus exámenes. Es lo que tienen las primeras impresiones, que rara vez suelen ser correctas.
El profesor de León Zenok, protagonista de El suplente, es bastante peor que aquel mío, siendo sinceros. O al menos eso intuye el chaval desde un principio, desde el momento en que a éste se le encarga impartir matemáticas en su colegio hasta final de curso por el suicidio del profesor titular. Raúl Merista, el nuevo maestro, se mete pronto en el bolsillo a todos sus pupilos con su forma de impartir las clases: entretenida, reflexiva, asequible…si bien poco o nada tiene que ver con la asignatura de la que es responsable. Esto hace que León comience a investigar por su cuenta qué es lo que ocurre realmente detrás de esta situación. A sus quince años vive solo, dado que su madre abandonó el hogar familiar cuando él era niño y su padre ha ido a probar suerte como actor en España. Es la década de los años 70 en Argentina, marcada por la cruel dictadura de Rafael Videla, en la que los asesinatos y las desapariciones de los insurrectos están a la orden del día.
Lo cierto es que ya sólo por el contexto en el que se sitúa la trama me sentí atraído por esta novela, pero creo que incluso con independencia de su localización me hubiese parecido una historia entretenida y muy bien contada; si bien en un principio me costó adaptarme a su ritmo narrativo, caracterizado por las frases cortas y por la aparición de numerosas tramas secundarias, con el paso de las páginas Birmajer sabe hilar todas ellas de manera impecable. Es precisamente su ritmo lo que permite que en una novela tan corta como esta podamos pasar por muy distintas situaciones, algunas más trilladas que otras, pero, en todo caso, lo suficientemente bien elaboradas para que el lector siga los acontecimientos con atención. Una de las que más me ha gustado, por lo original de la misma, es aquella en la que León trata de conquistar a la chica que le gusta a partir de sus relatos y, tras ser amenazado por otro de sus pretendientes, comienza a escribir una obra para éste, pero haciéndola excesivamente pomposa para ridiculizarle.
Pese a que está catalogada como una obra de terror yo no le pondría esta etiqueta a El suplente. Quizás en un público más joven pueda causar esa sensación, pero en lo que a mí respecta me ha resultado una novela de suspense muy bien resuelta, que sabe mezclarse a la perfección con la época de violencia y represión en la que se sitúa para contarnos, con un humor muy característico, la historia de un adolescente obligado a hacerse mayor muy pronto y a enfrentarse a sus fantasmas.