Reseña del libro “El último café de la tarde”, de Diego Galdino
Mi amor por Roma se remonta a 2007, año en el que mi mejor amiga y yo cogimos un avión directo a la Ciudad Eterna. Y, ¡cómo no! Roma nos enamoró. Por eso, en 2015, pasé mi luna de miel en Roma, y así aproveché para mostrarle cada rincón a mi marido, que no había estado allí nunca antes. Reconozco que esa segunda visita la disfruté más aún porque Roma para mí ya era una vieja conocida, porque pude pararme a observar y disfrutar cada detalle y cada rincón por segunda vez, y sobre todo porque Roma y el amor siempre han ido de la mano.
¿Habrá una tercera visita? Por supuesto. Sin embargo, mientras llega esa tercera vez, me contento con seguir visitando los lugares que adoro a través de los libros, que son nuestro mejor transporte.
Así que, cuando descubrí El último café de la tarde, de Diego Galdino, no me pude resistir. Supe que me traería muchos recuerdos y que de nuevo podría pasear por las calles de Roma, en concreto por el barrio del Trastevere. ¡Ay ese precioso y bohemio barrio que tanto nos gustó a mi marido y a mí! Recuerdo los paseos de la mano, el aroma a café, a bollos, a pizza, a vida. El Trastevere es uno de los lugares que más añoro de Roma. Es un lugar mágico, independiente, como sacado de un cuento o de otra época. Y, por supuesto, en la historia que nos presenta Diego hay amor y también desamor, hay amistad, hay experiencias. Y todo rodeado por esa fantástica ambientación en una de las más bellas y antiguas ciudades del mundo, en la divina y caótica Roma, en su colorido y original Trastevere.
El Tiberi es el bar que regenta Massimo en el centro del hermoso barrio romano del Trastevere. Un bar querido por muchos donde los diferentes tipos de café son los protagonistas. Massimo conoció el amor dos años atrás en la figura de Geneviève, una joven francesa que le rompió el corazón y que regresó a París. Massimo no ha vuelto a ser el mismo, y por más mujeres que conoce, ninguna despierta en él lo que despertó la francesa. Sin embargo, cuando Mina, una chica de Verona, entra en el Tiberi, una luz se enciende en el triste y oscuro corazón de Massimo. Pero… cuando todo parece ir viento en popa, el pasado vuelve pegando fuerte y el corazón de Massimo se verá en una encrucijada.
Sinceramente, necesitaba una historia así, que me evadiera sin ser fantasía, que me transportase a Roma, al olor de sus calles, de su café, a la esencia del Trastevere. Y encima la pluma de Diego Galdino me ha enamorado porque es entrañable, tierna, sentida y, en muchas ocasiones, divertida. Me ha sacado una sonrisa en muchos de los capítulos que encontramos en esta novela. Capítulos cortos y amenos que nos sitúan en cada escena para que conozcamos no sólo la vida de Massimo, sino también la del resto de personajes que dejan su huella en el Tiberi.
No obstante, he echado de menos que hubiera más diálogos que me conectasen con los protagonistas, ya que la voz narrativa en tercera persona, aunque nos lleva de la mano por este increíble barrio y por la historia de amor y desamor de Massimo de una forma cómoda y deliciosa, es la que manda a lo largo de las casi trescientas páginas.
Por otro lado, cuando me topé con El último café de la tarde, desconocía que existiera un libro anterior titulado El primer café de la mañana, publicado en 2014, y parece ser que ahí se desarrolla la relación de Massimo con la francesa. Con esto no quiero decir que no se pueda leer esta segunda novela de manera independiente, ya que sí se puede hacer y se comprende todo perfectamente. Aun así, creo que si os animáis a leerla, no está de más que conozcáis este dato y si queréis respetar el orden, leáis también el anterior.
Y ya por último, algo que me ha parecido adorable es el hecho de que el autor sea realmente el dueño de una cafetería en el centro de Roma. Pienso que eso hace más real y cercana la historia y vida de Massimo, así como los detalles sobre el bar y los clientes.
Así que, Diego Galdino, si me estás leyendo, que sepas que cuando vuelva a Roma voy a ir a tu cafetería y espero podamos hablar sobre Massimo, Geneviève y Mina, y que historias tan bonitas como esta sigan recordándonos que el Trastevere es un paraíso para los amantes de las pequeñas cosas de la vida, un lugar idóneo para el amor y para encontrarnos con nosotros mismos.