Reseña del libro “El último deseo del diablo”, de Asun Martín Moreno
Todo Dios sabe que me gustan los libros, películas y cómics en los que aparece o tiene cierta importancia el diablo. Pero no me llenan tanto aquellos en los que el diablo aparece retratado como en ese antiguo libro asusta viejas y manual de pederastas con púlpito en el que el diablo es el malo más malo del mundo al que le encanta pelar huevos duros y siempre se sale con la suya gracias a ingeniosos engaños, giros finales y letra pequeña en sus contratos y Dios la bondad personificada (o divinizada). No. Ni existe el uno ni existe el otro, pero de hacerlo, el diablo tendría que ser como el creado por Neil Gaiman en esa gloriosa e inteligente colección de cómics de nombre Lucifer, que a su vez surgió de las páginas de The Sandman.
Pero vayamos al meollo. En El último deseo del diablo tenemos a dos protagonistas: el diablo, Luzbel, y una mujer de unos veintidós años que ante la tumba de su padre fallecido hace pocos días desea, involuntariamente, vender su alma a cambio de vivir para siempre. Luzbel, que tiene buen ojo en lo que se refiera a la caza de almas, ya se había fijado en ella cuando tenía ocho años y acude a su llamada reconociendo esa chispa que vio y por la que había apostado consigo mismo.
“Piensa más allá de lo obvio, de lo simple. Me vas a entregar tu alma, así que pide por ella lo que creas que realmente vale. Otra cosa será que yo lo acepte, pero por intentarlo…”
Total, que tras revisar unos flecos y dejar más o menos las cosas claras, firman los papeles y el contrato entra en vigor.
A medida que avanza la lectura conocemos los motivos de la rebelión del diablo, seguramente el más “humano” de todos los ángeles. Luzbel no estaba para nada de acuerdo con la forma de proceder de su padre. ¿Por qué debería sufrir la humanidad? Él quería ofrecer una alternativa. Satisfaría todos los deseos humanos a condición de que estos se quedaran con él en su reino, como aliados de su lucha, les explicaría su versión y les otorgaría el conocimiento que hasta entonces les había estado vedado. Conseguirían lo que quisieran en la Tierra a cambio de no alcanzar el Cielo. Pero como suele pasar en todas las “guerras” la primera víctima es la verdad. Los ángeles jugaron a comportarse como vulgares Indas, Marhuendas, Negres y compañía y se encargaron de difundir bulos sobre la figura del diablo y sus objetivos. Sí, amigos. Dios juega sucio y a lo grande y tiene muchos secuaces que le apoyan. Nada nuevo a estas alturas.
Tampoco es plan de contar y destripar toda la novela. Baste decir que en la prota humana se observa una evolución, lenta al principio, que será muy bien recibida por parte de Luzbel, su maestro, y que el pacto contractual que en su día firmaron seguirá adelante.
Asún Martín despliega una historia oscura y original, muy bien ambientada que cuenta, sobre todo, con una buena estructura narrativa y una idea que desemboca en un final bastante sorprendente pero que también entra dentro de lo creíble en lo que se refiere al destino de la humanidad.
El último deseo del diablo se me ha hecho cortísimo. En una tarde lo he devorado y me he quedado con hambre de más. Además, la autora recomienda al inicio una playlist con la que poder meternos más aún en la historia. El Libera me de Goldenthal (tema que aparece en la estupenda banda sonora de Entrevista con el vampiro y la cual escucho desde hace décadas) es EL tema que le va como anillo al dedo a todo el libro.
Un libro corto pero directo, ameno y absorbente que gustará a quienes gusten de pactos demoníacos. Incluidos abogados.