Dicen que lo que destaca de los niños de Edith Nesbit es que son niños de verdad, y es cierto en el sentido de que tienen esa capacidad pasmosa para aceptar los sucesos más extraordinarios con naturalidad y para aplicar una lógica tan aplastante como particular a sus razonamientos, en cualquier caso una lógica diferente de la de los adultos. A mí, sin embargo, y sin discutir lo anterior, que es rigurosamente cierto, lo que me llama la atención es lo extraordinariamente divertidos que son. Los niños y los cuentos. Tienen de todo: aventura, humor, ternura… pero a mí me ha encantado esa construcción de personajes entrañables sin cursilería, de esa fantasía desbocada pero que atrapa, que es verosímil si me permiten el uso de semejante término en historias plagadas de dragones y otros seres fantásticos. Literatura infantil para todas las edades, alejada de las maquinarias homogeneizadoras y edulcorantes que dominan el panorama. El último dragón y otros cuentos no sólo está habitada por niños de verdad, está escrita para niños de verdad.
Uno reconoce en El último dragón y otros cuentos muchas de las coordenadas de la literatura y el cine fantástico posteriores, el primer Harry Potter, sin ir más lejos, me parece a mí que es deudor de Edith Nesbit, pero es difícil saber si es porque es su fuente primigenia o porque los autores comparten esa capacidad para mantener vivo (y escribiendo) a los niños que fueron (niñas, en este caso) con la adoración y el respeto que merecen.
Pero permítanme que no hable sólo de los cuentos y de la autora, déjenme que dedique un momento a hablar de la edición. Hace tiempo oí hablar de Edith Nesbit y sus dragones, y compré un libro de ella para explorarla. Cuando lo vi resultó ser una edición tan lamentable y una traducción tan atroz que no pude pasar de la primera página, por eso al encontrar una edición tan magnífica como esta, con unas ilustraciones tan personales y una traducción tan espléndida, no puedo resistirme a homenajear a sus responsables: Nórdica infantil, Rocío Martínez y Xesús Fraga, respectivamente. No puede uno fijarse en estas cosas únicamente cuando su ausencia llama la atención.
La propia autora, Edith Nesbit, tiene una biografía sumamente interesante. Ella misma era aparentemente un personaje estrafalario que bien pudiera haber salido de uno de sus cuentos, pero que además de escribirse en clave fantástica también hizo cosas curiosas con los pies en la tierra, como fundar la Sociedad Fabiana, antecedente del Partido Laborista británico (le vendrían muy bien su talento narrativo y su sentido del humor a los políticos de hoy día, seguro que cosas como el Brexit resultaban más fáciles de entender si fuese una manada de dragones la que alejara la isla del continente) o su compromiso feminista que es una de las muchas razones por las que reivindicar su vigencia y su actualidad. Aunque la principal, lógicamente, es lo bien que se lo pasa uno leyendo estos cinco cuentos.
El último dragón y otros cuentos sirve, además, para adquirir conocimientos de suma utilidad. Aprende uno a tratar con los enanos piel de foca y a no entender al revés a los dragones de hielo, como les pasó a ellos, aprende a lidiar con una plaga de dragones, que debe ser algo sumamente molesto, aprende a utilizar grifos para algo más que beber agua y a despertar estatuas e incluso a buscar empleo como rey. Aprende uno, en fin, a sonreírle a su infancia, a descongelar al niño que fue y sobre todo a disfrutar de las buenas historias bien contadas sin mirarse su propio carnet de identidad.
Como dice el dossier de prensa: abrid este libro y podréis volar a lomos del último dragón.
Andrés Barrero
@abarreror
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