En El verano sin hombres, viajaremos hasta Bonden, pueblo surgido de la imaginación de la autora y situado en el estado de Minnesota, (lugar de origen de la misma Siri Hustvedt) en el que la protagonista, Mia, una poeta de 55 años que vive en Nueva York y que goza de un cierto éxito como profesora en la universidad, está intentando lidiar con “la pausa” que le ha pedido su marido Boris después de un matrimonio de 30 años. Debido a ello, Mia entra en un estado psicótico que necesitará internamiento psiquiátrico. Asimismo, una vez le dan el alta, decide dejar Nueva York, alquilar una casita y pasar el verano en el pueblo donde creció.
Llevaba bastante tiempo queriendo leer a Siri Hustvedt. Mientras años atrás me llamó mucho la atención Todo cuanto amé (y que todavía no he leído), cuando supe que Seix Barral reeditaba El verano sin hombres no me pude resistir a leerla. Me ha encantado. Me ha acompañado en una sola mañana en tren y la prosa de la autora me ha permitido sentirme allí mismo, en Bonden. Estamos ante una novela madura, pausada en la narración de los hechos, reflexiva y con una prosa que surge a borbotones de la pluma de la autora, donde la protagonista es una mujer en plena crisis en su matrimonio, una narradora que nos presenta todo lo que siente, piensa, recuerda sobre su pasado y arrastra desde entonces. Así pues, en el verano después de su recuperación mental, Mia llega a Bonden y dividirá su tiempo entre dar clases de poesía a un grupo de chicas preadolescentes y visitar a su madre y a las amigas de ésta, a quienes Mia apoda “Los Cisnes” y quienes se reúnen asiduamente para comentar los libros que leen. Mientras leía este libro busqué información y en una entrevista a Siri Hustvedt, ésta dijo que uno de los motivos por los que había nombrado Bonden al pueblo de Mia era por la palabra “bond” es decir, “vínculo” en inglés. Y precisamente, Mia, que va tan a la deriva, quien se ha convertido en un saco de dudas, durante las semanas que pasará en Bonden, encontrará en ese lugar una conexión con sus habitantes, especialmente con su vecina Lola y los hijos de ésta, con su madre, a través de la distancia con su hija Daisy, y con Abigail, la prodigiosa bordadora amiga de su madre y que esconde un secreto pícaro en sus bordados. A pesar de la desesperación que siente hacia su matrimonio con Boris y los buenos recuerdos del pasado que la persiguen para recordarle el error que ha cometido su marido al abandonarla por una mujer mucho más joven que ella, Mia encontrará el apoyo y el cariño de quienes la rodean. Esta novela me ha gustado particularmente porque es un canto a la femineidad, a la sororidad, además de que también procura normalizar la salud mental, hablando sin tapujos de la necesidad de sentirnos amados y amadas. De algún modo, Mia entra en una etapa de madurez pero con el contacto que tendrá con sus jóvenes alumnas nos acercará a las inseguridades que la propia Mia sufrió en su adolescencia y en ocasiones, a la crueldad que caracteriza esa etapa de la vida. Sin embargo, considero que no hace falta encontrarse ante la misma situación vital de Mia para comprenderla, ya que sus sentimientos son al fin y al cabo, universales: la sensación de abandono, el miedo a no sentirse amada, rechazada, o el temor a los cambios.
Así pues, si estás buscando una novela cálida, madura y brillante, que te deje un buen sabor de boca, que te permita conocer un poco más de la psicología humana y algo de filosofía, con personajes muy humanos y muy bien perfilados, estoy segura de que darle una oportunidad a esta novela no te defraudará.